domingo, 14 de julio de 2013

Un rito popular: tirar los dientes de leche en la iglesia

Otro de los elementos singulares de nuestro pequeño pueblo se encuentra en la iglesia parroquial. Se trata de una abertura, de unos 20 cm. de diámetro, situada en la pared oeste del edificio, junto a la torre del campanario y elevada a 2,3 metros del suelo.
En realidad este orificio responde a una perforación tubular en la pared, de unos 40 cm. de profundidad y que comunica el exterior con una especie de cavidad interna.
Lo más singular de este espacio es la tradición asociada a él por la que los niños, al mudar sus dientes de leche, los lanzan a través del agujero descrito haciéndose acompañar de un verso que dice así: "tiro este diente podrido para que me salga otro nuevo y florido". Este es un tipo de ritual relacionado con la dentición infantil bastante extendido por la geografía española, aunque con variantes. En muchos lugares existe la tradición de lanzar los dientes a los tejados, en otros a los cementerios, en algunos casos en osarios de iglesias, depositarlos en puertas y ventanas o, la más extendida de todas, dejarlos debajo de la almohada para que el Ratón Pérez se los lleve. Son costumbres que en mayor o menor medida han perdurado en el tiempo y su origen debe relacionarse con antiguas supersticiones y creencias mágicas que en algunas ocasiones han adquirido tintes religiosos. Esto último sucede en Ufones, ya que el receptáculo al que se lanzan los dientes es en realidad el osario de la iglesia.
Al parecer existía una antigua creencia popular por la que se pensaba que los difuntos, al resucitar en la otra vida, debían conservar todas sus partes, incluidos los dientes de leche, y la mejor forma de asegurar que esto sucediese era depositarlos en espacios sagrados, como osarios o camposantos. Hay que tener en cuenta también que en tiempos pretéritos las enfermedades infantiles derivadas del desarrollo dental causaban graves problemas en los niños, llegando en algunas ocasiones a provocar su muerte. En este contexto debe entenderse esta tradición en las iglesias como un ruego de protección religiosa.
                                 Detalle del exterior del osario con la abertura y la cruz
 
Del osario de nuestra iglesia tenemos cumplida información a través del libro de fábrica. Su construcción actual data del año 1826, cuando fue reformado el templo parroquial, aunque desconocemos, de existir, su ubicación anterior. Está situado, como era habitual, junto a la torre del campanario, justo debajo de las escaleras que sirven de acceso al mismo y su único contacto con el exterior se produce a través de la abertura en la pared.
La explicación al origen de los osarios es sencilla: los huesos debían depositarse en estos espacios ante la necesidad de aliviar las sepulturas del interior de las iglesias, donde antiguamente se enterraba. Por la parte exterior de la pared se señaló la presencia de este lugar sagrado a través de la colocación de un sillar de granito, con una cruz esculpida, y situado justo encima de la abertura. Esta abertura tendría como objetivo introducir en el propio osario los huesos que con posterioridad fuese conveniente extraer de las nuevas sepulturas. Sin embargo, la prohibición de enterrar dentro de las iglesias y la construcción de cementerios externos provocaron que los osarios perdieran su primitiva funcionalidad, dejándonos en cambio un legado en forma de rito infantil. Ritos y tradiciones que, o mucho cambian las cosas, o me temo también tengan un final parecido al osario.

domingo, 16 de junio de 2013

La venta de carne en Aliste en el siglo XVII: un choque de intereses


A mediados del siglo XVII un vecino de Ufones se va a ver envuelto en un pleito del que aún conservamos la documentación en el Archivo de la Chancillería de Valladolid[1]. Las dos partes en conflicto son por una parte don Nicolás de Hontiveros, obligado y arrendatario de las carnicerías de Alcañices y el gobernador y alcalde mayor de dicha villa, en representación del Marqués de Alcañices, y por la otra parte, don Miguel del Prado, el Mozo, obligado de la carnicería de Matellanes y Francisco Fernández, también obligado pero de la carnicería de Alcorcillo.
Miguel era vecino y natural de Ufones. Había sido bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el día 29 de noviembre de 1603, luego en el momento del juicio contaría con unos 56 años. Sus padres eran Miguel del Prado y Ana de Buenaño[2]. La coincidencia entre los nombres de padre e hijo justifica el apelativo que recibe: el Mozo. En el pleito aparece como obligado de la carnicería de Matellanes, cargo que ostentaría en ese momento.
Antes de seguir adelante y para una mejor comprensión del litigio debemos hacer una breve exposición del sistema de abastecimiento de carne entonces vigente.
Desde la Edad Media la venta de carne seguía un sistema de abasto público, propiciado por las autoridades para asegurar el control de los precios y el aprovisionamiento de un bien tan esencial.
Este sistema se conoce como “de obligaciones” y su mecanismo en líneas generales era el siguiente: las autoridades celebraban pública subasta en la que se concedía el abastecimiento de carne durante un año al mejor postor, es decir, aquel que ofreciese las mejores condiciones al precio más bajo. La persona elegida se obligaba (de ahí el nombre) o comprometía a proveer de carne a la población manteniendo las condiciones y precios estipulados en el contrato. A cambio éste se reservaba el monopolio de la venta, obteniendo en muchos casos pingues beneficios.
Los animales más apreciados por su carne en aquella época eran vacas y carneros, tanto es así que su venta estaba fuertemente protegida (no ocurría lo mismo por ejemplo con cabras y ovejas, cuya carne era considerada para mantenimiento de pobres). Las autoridades regulaban estas actividades a través de la promulgación de decretos y ordenanzas periódicas.
En ciudades y villas importantes normalmente el sacrificio de los animales se hacía en mataderos destinados al efecto, mientras que la carne se pesaba y vendía en las propias carnicerías, exponiéndose al público en una serie de tablas (puestos) que separaban cada tipo de carne. Sin embargo en los pueblos pequeños lo lógico es que matadero y carnicería fueran todo uno, pudiéndose utilizar los corrales o patios interiores como lugar de sacrificio y despiece de las reses. Lamentablemente no hemos podido establecer la posible ubicación de las carnicerías mencionadas en el pleito. Quizás la toponimia menor de estos lugares podría ayudar en este sentido. En cuanto a los precios de venta desconocemos la cuantía de los mismos para la zona de Aliste. Tomando como referencia los precios estipulados para el lugar de Peñafiel (Valladolid) por aquellas mismas fechas[3], sabemos que la libra de carnero de 16 onzas se vendía a 37 maravedíes, mientras que la de vaca ascendía a 29.
Junto a las carnicerías aparecieron mercados paralelos que se celebraban determinados días de la semana, generalmente situados en las afueras de las ciudades, donde tratantes y ganaderos vendían las piezas enteras o por cuartos. Estos mercados recibieron el nombre de rastros.[4]
Ilustración de un antiguo puesto de carnicería pertenciente a la obra La Carnicería, de Annibale Carracci (1580) - Museo de Arte Kimbell -
 
Una vez visto brevemente el sistema de obligaciones vamos a centrarnos en el pleito al que hacíamos referencia. El conflicto surge a raíz del intento por controlar la venta de carne en la zona por parte del Marqués de Alcañices. Éste, en vista a la bajada en las ventas de la villa en favor de las carnicerías de Alcorcillo y Matellanes, decide imponer su autoridad a través de medidas coercitivas, presionando de esta manera para que el comercio de carne se focalizara en Alcañices.
Sin embargo, lo más interesante de todo este proceso no es tanto el caso particular como la lucha de intereses que se desprende de él. En realidad en este tipo de pleitos se está poniendo en juego el poder y autoridad de los distintos estamentos. Aunque aquí el enfrentamiento directo se produce entre particulares y señor en otras ocasiones vemos intervenir a concejos, clero e incluso al propio rey. De hecho la confrontación entre el Marqués y los distintos concejos de Aliste fue recurrente a lo largo del tiempo. Desde el inicio del marquesado se suceden las disputas, principalmente por la resistencia que éstos oponen a perder cuotas de poder[5]. En el caso concreto de las carnicerías los conflictos jurisdiccionales fueron frecuentes en muchos lugares de España. En ocasiones los concejos tuvieron que competir con poderes tradicionales, como en el caso de Valladolid o Granada, cuyas Chancillerías contaban con tablas propias.
El pleito de Miguel del Prado es reflejo en parte de esta situación. El Marqués, dueño de la carnicería de Alcañices, intenta impedir a toda costa la venta de reses mayores (vacas, bueyes y carneros) en los lugares próximos a la villa como son Alcorcillo y Matellanes, donde la población acudía a comprar. Para lograr su propósito decide utilizar la fuerza, encarcelando a los dos obligados, imponiendo sendas multas de 10.000 maravedíes y por fin prohibiendo el ejercicio de su profesión, una clara muestra del poder jurisdiccional que ostentaba. Es entonces cuando Miguel del Prado y Francisco Fernández deciden apelar a la Chancillería de Valladolid. En su declaración los dos obligados, a través de su representante Salvador de Lemos, coinciden en defender su actuación aludiendo a que el ejercicio de su cargo se desarrolla en los lugares mencionados desde tiempo inmemorial.[6] Es un recurso típico basado en el derecho consuetudinario (usos y costumbres).
Afortunadamente para ellos la audiencia vallisoletana les dará la razón, ordenando su puesta en libertad y ratificando sus derechos, cuya sentencia habrá de cumplirse dentro de los tres primeros días siguientes. Pese a ello es imposible determinar hasta qué punto el Marqués respetó esta decisión, ya que su poder era tan amplio que suponemos sería difícil para los obligados resistir la presión a la que estarían sometidos en su actividad diaria.











[1] Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Pleitos Civiles, Zarandona y Balboa (Olvidados), Caja 1950, nº1. (año 1659).

[2] Archivo Histórico Diocesano de Zamora, Sección Parroquiales, nº 82, libro 1º.
[3] Archivo Histórico Provincial de Valladolid, Protocolos, leg. 14170, f. 120 (año 1653).
[4] Este es el origen del Rastro madrileño, el más conocido en España. Otro ejemplo lo tenemos en Valladolid. Aquí sabemos de la existencia de un rastro de carneros, situados extramuros de la ciudad, y junto al que tuvo su residencia en la ciudad don Miguel de Cervantes a principios del siglo XVII.
[5] Hay abundante documentación sobre este particular. Consultar, por ejemplo, Archivo Histórico de la Casa Ducal de Alburquerque, Estado de Alcañices: Caja 51, leg. 9º , nº 10, 11, y 12 (año 1519);  Caja 57, leg. 9º, nº 1 (año 1559) o Caja 63, leg. 14º, nº 30, 32 y 38 (años 1516, 1518 y 1528).

[6] “ […] siendo anssi que sus partes heran obligados de las carnizerias de los lugares como son Matellanes y Alcorcillo y como tales an estado en costunbre de tiempo ynmemorial de matar para el avasto de dichas carnizerías vueyes, vacas y carneros sin que se les pudiese ymponer ympedimento alguno y an pagado y pagavan las sisas y alcavalas.”

jueves, 23 de mayo de 2013

Pequeñas historias de la Historia. El Rollo


La columna de piedra situada junto a la iglesia parroquial y conocida como “El Rollo” es sin duda el vestigio arqueológico con una mayor singularidad del pueblo de Ufones. Esta singularidad siempre ha despertado curiosidad entre los propios vecinos y forasteros que llegan por primera vez al pueblo, pero también entre determinados estudiosos que han intentado con mayor o menor fortuna establecer algunas hipótesis sobre su posible origen y funcionalidad. Sin embargo, a día de hoy estos interrogantes siguen sin despejarse. En este capítulo vamos a hacer una breve exposición de las principales teorías planteadas acerca de “El Rollo” y sus circunstancias, conjugando los pros y los contras de cada de ellas y estableciendo por último las valoraciones propias en base a la información obtenida.
                                                                         "El Rollo" de Ufones en su ubicación actual
Tres son las teorías más difundidas y que exponemos a continuación.

a)      Menhir fálico
Menhir es una palabra de origen bretón que significa literalmente piedra (men-) larga (-hir). Los menhires se inscriben culturalmente en el fenómeno megalítico que se desarrolló en Europa desde el período Neolítico hasta la Edad del Bronce.
Son principalmente símbolos fálicos relacionados con ritos ancestrales en torno a la fertilidad y la creencia en el más allá y por ello suelen hallarse cerca de tumbas.
Identificar “El Rollo” con un menhir plantea algunas dificultades, principalmente por su descontextualización, que impide adscribirlo a alguna etapa concreta. Sin embargo, la tosquedad de la piedra y su aspecto fálico juegan a favor de esta hipótesis. Grande del Brío y Benito del Rey apunta en esta dirección, emparentando nuestro menhir con los dos falos situados junto a la iglesia de Rabanales[1]. El culto fálico perduró más allá de los tiempos prehistóricos llegando incluso a la etapa medieval, siendo en época romana cuando tuvo una mayor difusión. Es posible, por tanto, que nuestro “menhir” pueda estar en relación con el cercano yacimiento romano de Rabanales, aunque también pudiera estarlo con el propio castro de Ufones. Las cruces que aparecen grabadas en la piedra responderían a un fenómeno de sincretismo religioso por el que las autoridades cristianas asimilaron símbolos paganos preexistentes.

b)      Miliario romano

Es otra de las hipótesis que se pueden barajar. Los miliarios eran columnas de piedra, generalmente de granito, que los romanos colocaban al borde de las calzadas a modo de hito kilométrico para señalar las distancias dentro de una vía. Estos hitos se situaban cada “mille passus”, es decir, cada mil pasos romanos (de ahí el nombre) que transformados al actual sistema métrico equivalen a 1481 m aproximadamente.
Cada miliario solía llevar grabado una inscripción en la que aparecía al menos el título del emperador bajo cuyo mandato se había colocado y la distancia hasta el enclave más importante de la vía. En el caso de nuestro “Rollo” no se aprecia inscripción alguna. La ausencia de grabado no impide desechar esta hipótesis, sobre todo si tenemos en cuenta la posibilidad de que los romanos utilizaran en calzadas secundarias de su red viaria miliarios anepígrafes que simplemente jalonaran la vía y sirvieran como punto de referencia. En base a ello ha aparecido en los últimos tiempos un interesante estudio de José Luis Vicente González en el que refleja esta idea[2]. El rollo podría haber pertenecido a una calzada secundaria que enlazaba la comarca leonesa de La Cabrera con Aliste y Sayago. Los dos miliarios de los que sí tenemos constancia fehaciente, en Gallegos del Campo y San Vitero, pertenecerían a esta misma vía. A esta supuesta calzada romana que cruzaría por el término de Ufones le dedicaremos una entrada aparte en el futuro.
                                     Réplica moderna del miliario de Gallegos del Campo

c)       Rollo jurisdiccional

Pese a que el nombre que las gentes del pueblo le han atribuido tradicionalmente juegue a su favor esta hipótesis es la más problemática de las tres. Los rollos, de origen medieval, se utilizaban para simbolizar el poder de las instituciones ya fueran reales, seculares o religiosas, estableciendo su propia jurisdicción.
Algunos autores han señalado la posibilidad de que “El Rollo” fuese un miliario reconvertido en “hito terminal entre jurisdicciones medievales distintas” para lo cual “se labró la cima de uno de sus frentes en forma de cara” y en el que las varias cruces que aparecen esculpidas “son testimonio, sin duda, de diferentes reconocimientos periódicos de las autoridades competentes[3]. La dificultad estriba en reconocer las distintas jurisdicciones a las que se refieren, más si tenemos en cuenta la escasez de fuentes documentales que sirvieran de apoyo a esta hipótesis. El único núcleo importante capaz de contar con jurisdicción propia en la zona próxima durante la etapa medieval sería la villa de Alcañices, cuyo señorío (laico) surgió en el siglo XIV. Parece pues poco verosímil que en Ufones se estableciese un hito terminal de este tipo. Sin embargo, sí creo que las cruces que aparecen en la superficie de la piedra se deban a reconocimientos periódicos, aunque más bien por parte de las autoridades religiosas de cada época.

Hemos puesto encima de la mesa las tres hipótesis más destacadas acerca de “El Rollo”. Sin poder descartar ninguna de ellas pero tampoco aseverando su veracidad sí parece conveniente obtener alguna conclusión al respecto. Queda fuera de toda duda su simbolismo religioso, ya sea pagano o cristiano. Su aspecto fálico, las cruces esculpidas que presenta y el hecho de aparecer vinculado a la iglesia del pueblo apuntan en este sentido. Por otra parte habría que señalar el proceso de transformación y/o asimilación que debió sufrir a la largo del tiempo. Ya fuese menhir o miliario su uso hubo de variar al mismo tiempo que las sociedades fueron transformándose, de ahí que en la actualidad aparezca fuera de su contexto natural, oscureciendo su estudio. Ello ha contribuido a que su significado aún hoy siga siendo un enigma, del que por otra parte la gente de Ufones nos sentimos orgullosos.











[1] Vid. Benito del Rey, L. y Grande del Brío, R., “El santuario fálico del Portillo del Lobo en Muelas del Pan”, en Studia Zamorensia, t. IX, 1988, pp. 25-36.
[2] Vid. Vicente González, J.L., “El secreto de la Tierra de Campos: avance de resultados de un estudio de detalle de la red viaria del occidente de la meseta septentrional durante la Edad Antigua”, en X Congreso Internacional de Caminería Hipánica, Madrid (22/07/2010).
[3] En “Rabanales de Aliste, ¿Curunda Caesara?”, Proyecto Interreg IIIA: Vías Augustas, por Prospecciones Arqueológicas, Diputación de Zamora.

miércoles, 17 de abril de 2013

Ufones en el Catastro de Ensenada (1751). Economía


En los post anteriores sobre el Catastro de Ensenada habíamos analizado por una parte la formación y desarrollo de las averiguaciones y por otra el estudio de la población y el espacio geográfico del pueblo. Vamos ahora a desarrollar brevemente otros aspectos no menos relevantes, como pueda ser la economía de Ufones a mediados del XVIII.
ECONOMÍA

Sector primario
De los datos que nos ofrece el Catastro se desprende una primera constatación: la economía del pueblo está basada casi en su totalidad en el sector agrario. Esto es la tónica dominante en la Castilla del Antiguo Régimen, y el caso de Ufones, hasta la actualidad. A pesar de su pequeño tamaño (pequeño incluso en comparación con el tamaño medio de las poblaciones alistanas) Ufones reproduce a escala el modelo socio-económico zamorano preindustrial: poblaciones con un nulo bagaje urbano, con una economía pobre y basada en un régimen agrario de autoconsumo y una sociedad poco desarrollada.

Los datos son elocuentes. En Ufones el 92 % de los vecinos (entendidos estos no como habitantes sino como núcleos o unidades familiares) viven, o mejor dicho, sobreviven del sector primario, aunque hay que señalar que un tercio de ellos lo compagina con otras actividades del sector secundario[1], dato que refleja la permeabilidad de la época.
El aspecto sobre el que más incide el Catastro es sobre la producción agrícola. Es lógico puesto que el sistema fiscal estaba supeditado en su mayoría a los rendimientos que se obtenían de la tierra. En el Catastro de Ufones se declaran un total de 756 piezas de tierra, que en superficie suman en conjunto 1.204.645 m2. Teniendo en cuenta esta escasa superficie del término se deduce una excesiva parcelación, más aún si tenemos presente la más que posible ocultación de datos por parte de los vecinos.
La mayor parte del terrazgo lo constituían tierras de secano, debido sin duda a la importante producción cerealista. En cambio, las tierras de regadío estaban destinadas casi exclusivamente a la plantación de lino y berza.
                                       Parcelación de tierras en el término de Ufones a través de las denominadas cortinas 

En cuanto a los cultivos, los más extendidos en Ufones a mediados del siglo XVIII son, por este orden, el centeno, el lino y el trigo, con una producción conjunta estimada en 1442 reales al año. El centeno también es el cultivo dominante en Aliste ya desde principios de la Edad Moderna, al contrario de lo que sucede en otras zonas de Zamora en las que predominaba el cultivo del trigo[2]. Por otra parte el lino también tiene un peso específico en Ufones y el resto de pueblos del entorno, debido a sus bajos costes de producción y a las buenas condiciones físicas y climáticas de la zona, que favorecerían su cultivo. La propia toponimia constata lo extendido del mismo, ya que aún hoy persisten en los pueblos de Aliste multitud de tierras que reciben el nombre de linares. Es el caso de Ufones.
La producción hortícola se reduce aquí al cultivo de la berza, tanto en huertas de particulares como en una huerta concejil de la que disfrutan todos los vecinos del pueblo y que se valora en 250 reales anualmente, una muestra más de las estructuras comunales que tradicionalmente existieron en Aliste.

En cuanto a la ganadería, también su peso es notable. Se contabilizan en el pueblo hasta 720 cabezas de ganado, con una preeminencia del lanar, que supone el 82,2 % del total. Junto al lino la producción de lana estaría destinada principalmente al autoconsumo familiar. Es de señalar en la comarca la importante industria textil lanar focalizada en Alcañices, que en 1752 contaría con hasta 22 esquilmos en funcionamiento[3]. Esta industria habría tenido su edad de oro en el siglo XVI, pasando por momentos de crisis en la centuria siguiente, con la destrucción de sus telares en 1711. A mediados del XVIII se habría producido una ligera recuperación[4].

El resto de ganado se divide porcentualmente entre el vacuno, que representa el 8,6 %, el equino el 2,4 % y el porcino, que con un número de 49 cabezas supone el 6,8 % del total. Un inciso respecto de la cría de cerdos. Señala el Catastro que de los 49 cerdos existentes, 24 lo eran de ceba y 25 camperos, es decir, la mitad de ellos se criaban de forma estabulada pero la otra mitad era criada en régimen de semilibertad. Aunque en la actualidad esto parezca raro no mucho tiempo atrás debía ser algo habitual y todavía hoy los mayores del lugar recuerdan la cría libre de cerdos en el pueblo.

Dentro del sector primario también se incluye la producción harinera, con un valor importante en Ufones. Si tenemos en cuenta la poca extensión del término hay que destacar su considerable número de molinos. El Catastro señala hasta seis funcionando en esta época, todos ellos de agua y con una molienda de ocho meses al año. En la mayoría de los casos la propiedad de los molinos no era individual sino que pertenecía a diferentes vecinos, muchos de ellos venidos de pueblos cercanos como Matellanes o Grisuela, que por su situación geográfica contaban con pocos molinos (por ejemplo Matellanes tan sólo contaba con uno o Grisuela con dos).
El siguiente cuadro revela la propiedad de estos molinos y su valor en arrendamiento:

NOMBRE
PROPIETARIO / OS
VALOR EN ARRENDAMIENTO
El Retorno
Andrés Prieto
60 reales de vellón
Molino de Concejo
Lucas Martín y vecinos de Grisuela
100 reales de vellón
Mata Ranas
Alonso Ramajo y vecinos de Grisuela
50 reales de vellón
La Llamerona
Domingo Gonzalo y vecinos de Matellanes, San Vitero y Tola
100 reales de vellón
Ribera de Abajo
Diego de la Moral y vecinos de Matellanes y Ufones
50 reales de vellón
La Puente
Bartolomé Gago y vecinos de Ufones y Rabanales
50 reales de vellón

Como señalamos anteriormente destaca en este cuadro que tan sólo en el molino de El Retorno aparece como único propietario Andrés Prieto mientras que en el resto se deduce un régimen comunal de uso compartido (es significativo el nombre del molino de Concejo). Todos estos molinos y alguno más perduraron en el tiempo hasta el último cuarto del siglo XX.
Siguiendo con el análisis económico y para finalizar con el sector primario queda por señalar otro dato que nos ofrece el Catastro, y es el de la producción de miel. En el pueblo se contabilizan en total nueve colmenas en propiedad de dos vecinos del pueblo (seis pertenecientes a Bonifacio Debesa y tres a Francisco Teso) y por las que ingresan los dos 36 reales cada año. La producción de miel estaría destinada más al autoconsumo familiar que a su posible venta.

Sector secundario y terciario
Por lo que se refiere al sector secundario se detallan algunas actividades artesanales pero que como hemos visto sirven de complemento a las actividades agrarias. En la pregunta 32 del interrogatorio se da a conocer la existencia en el pueblo de dos tejedores (uno de paños pardos y otro de costales), un sastre y un carretero, aunque en la respuesta siguiente se deja claro que todos ellos combinan estas actividades con las de labradores, regulándose por ello el jornal diario. Esto es algo habitual en la época a juzgar por los datos del Catastro[5]. En cuanto a los salarios, éstos pueden variar en relación al número de jornales que efectuaran al año, limitados por el número de festivos que imponían las obligaciones religiosas. Pese a ello sabemos por las declaraciones individuales que los mayores ingresos los obtenía el sastre con 300 reales al año mientras que el carretero apenas llegaba a los 100 reales anuales. A todos estos artesanos habría que sumar la presencia en el pueblo de un herrero, de nombre Bentura Mezquita, residente en el vecino Matellanes pero que poseía una fragua en Ufones, donde trabajaba. En su memorial Bentura declara unos ingresos anuales estimados de 500 reales de vellón, bastante altos para la época.

Sector terciario
Para finalizar hay que señalar la inexistencia de trabajadores del sector terciario. Debemos tener en cuenta la focalización de este tipo de profesionales en la villa de Alcañices, centro administrativo de referencia en la comarca.

 






[1] Los datos recogidos para el conjunto de la provincia por Martín Caberos, P. y  Sanchiz Ruiz, F. en “Aproximación a la estructura socio-profesional de la provincia de Zamora en el siglo XVIII a través de las Respuestas Generales del Catastro del Marqués de la Ensenada”, AIEZ Florián de Ocampo, 1985, p. 453, ofrecen una tasa de actividad del 82,9 % para el sector primario, 9,9 % el secundario y 7,1 % para el terciario.
[2] Vid. Álvarez Vázquez, J. A., “La agricultura de Zamora en la época Moderna”, en Historia de Zamora, tomo II, p. 122 y “Evolución de la agricultura zamorana en la época Moderna: indicadores económicos”, en Actas del Primer Congreso de Historia de Zamora, tomo III, p. 461.
[3] Romero Abao, A., “La villa de Alcañices en la Respuesta General del Catastro del Marqués de la Ensenada” en Sánchez Herrero, J., El Tratado de Alcañices. Ponencias y comunicaciones de las Jornadas conmemorativas del VII Centenario del Tratado de Alcañices (1297-1997), p. 119.
[4] Alba López, J. C y Rueda, J. C., “La industria y el comercio en la Edad Moderna”, en Historia de Zamora, tomo II, p.179.
[5] Ib., pp. 164 y ss.

lunes, 8 de abril de 2013

Los molinos de Ufones


La producción harinera ha sido una de las bases fundamentales sobre las que se asentaban las economías rurales. La harina constituía un bien de primera necesidad, básico para la elaboración del pan y el pienso de los animales, y su producción estaba estrechamente relacionada con las cosechas de grano, que fluctuaban año tras año. Así las cosas, los molinos se convirtieron en herramientas imprescindibles de trabajo.

A lo largo de la historia han ido apareciendo múltiples variedades de molinos, clasificados en función a su energía motriz: manuales, de tracción animal, hidráulicos, de viento, eléctricos, etc.
 
En Ufones, como en toda la comarca de Aliste, primó la utilización de molinos de agua debido a las condiciones orográficas y climáticas de la zona. Los molinos se fueron extendiendo a lo largo de los cauces de ríos y arroyos más importantes, caracterizando y vertebrando así el paisaje fluvial. Pero no sólo tuvieron un impacto visual en el entorno sino que además influyeron de manera directa en la organización socio-económica de los pueblos ante la necesidad de regular su uso.

En líneas generales la arquitectura de los molinos en Aliste es similar, aunque su tamaño varíe debido a la capacidad que soportaban. Se trata de edificios rectangulares construidos en base a piedra y madera, sin apenas vanos ni chimeneas, pese a la necesidad de hacer fuego en su interior las largas noches de molienda. Estos edificios se sitúan en la margen de los ríos, casi siempre en la misma orilla para no tener que vadearlos. La traída del agua se hacía desviando el curso hacia el molino donde quedaba represada en la zuda. La corriente entraba por la calienda, regulando su flujo a través de una compuerta que permitía dar mayor o menor potencia a la rotación. De esta manera el agua golpeaba las aletas del rodreno, pieza circular metálica que hacía girar el eje de madera al que estaba unido y que a su vez movía las piedras o muelas, una de ellas fija y la otra giratoria. Estas muelas eran graduables en altura (para conseguir una harina más o menos fina) y su superficie era estriada. Otras partes del molinos eran la torva, por donde se introducía el grano y el farniero, depósito donde caía la harina obtenida.

 
                                                                                   Muelas de un molino

En cuanto al régimen de propiedad, tradicionalmente los molinos podían estar en manos privadas o públicas. Aun así en todos los casos se desprende un uso comunal, con turnos rotativos entre los vecinos que gozaban del derecho a moler y que incluso procedían de pueblos cercanos como Matellanes, Grisuela o San Juan del Rebollar.
 
La datación más antigua que conservamos sobre los molinos de Ufones viene de mediados del siglo XVIII, con la información que nos transmite el Catastro de Ensenada. En este momento se documentan hasta seis molinos en funcionamiento. Son: El Retorno, La Llamerona, Matarranas, Ribera de Abajo, La Puente y Molino de Concejo, y uno más, el de Valpozo o de los Alonso, inservible por estar arruinado. En épocas posteriores hemos podido contabilizar otros dos, los molinos de Valongo y el Pisón. En este último caso no se trataría de un molino harinero sino más bien de un batán o pisón –de ahí el nombre- dedicado a la preparación de telas de lino.

Todos estos molinos perduraron en el tiempo hasta el último cuarto del siglo XX. Lamentablemente en la actualidad, debido a la coyuntura económica y social del pueblo (emigración, envejecimiento poblacional, aparición de nuevas técnicas agrícolas, desinterés institucional, etc) la mayoría de ellos o bien han desaparecido totalmente o tan sólo conservamos algunos restos. El único que se conserva íntegramente es el molino La Puente. Se trata del molino de mayor tamaño del término, y uno de los de mayor capacidad de todo el Mena. Es posible que su buen estado responda a dos premisas. En primer lugar, el molino era el más cercano al pueblo y, a diferencia de los demás, era utilizado casi en exclusiva por los vecinos de Ufones, lo que aumentaba el interés de los propios vecinos por el mismo. En conexión con esta idea está la segunda premisa: aunque no contemos con ningún documento que pueda probarlo, es más que factible que el molino fuera objeto a principios del siglo XX de una reconstrucción bien total o parcial. Esto quedaría reflejado en la inscripción que actualmente podemos ver en la puerta de entrada donde figura el año 1912, fecha probable de finalización de las obras. A principios de este siglo se llevo a cabo la reparación del tejado, debido a su estado de deterioro.

                                                             Restos del molino de La Llamerona o de Los González

 
Esperemos que en el futuro se puedan llevar medidas que ayuden a la conservación de este tipo de bienes inmuebles que, más allá de su utilidad funcional, forman parte de nuestro patrimonio histórico-cultural.

viernes, 22 de marzo de 2013

Ufones en el Catastro de Ensenada (1751). Espacio geográfico y población


ESPACIO GEOGRÁFICO

La tercera pregunta del interrogatorio trata este aspecto. Nos dicen los lugareños que el término de Ufones ocupa de norte a sur tres mil doscientas varas castellanas y de este a oeste otro tanto. En cuanto al perímetro del término éste mediría dos leguas vulgares. Pasando estos datos al actual sistema métrico decimal podemos decir que el término de Ufones tendría una superficie aproximada de 7 km2 y un perímetro de unos 10.600 metros. Por tanto una superficie relativamente pequeña, incluso en comparación con pueblos cercanos, pero bastante aproximada a la actual. La escasez del terrazgo y la mala calidad de los suelos condicionarán la vida de pueblos tan pequeños como Ufones, influyendo en aspectos como un mayor protagonismo de la ganadería, por ejemplo.

En la misma respuesta también se dan los límites del pueblo, que coinciden con los actuales: Ufones confrontaría con Grisuela al norte, Matellanes al sur, Rabanales al este y San Juan del Rebollar al oeste.

POBLACIÓN

Una de las aportaciones más importantes a las que contribuye el Catastro de la Ensenada es la posibilidad de establecer el estudio de la población de lugares pequeños como Ufones. Se convierte así en una fuente documental de primer orden y desde un punto de vista crítico hemos de considerarlo como fiable, por lo menos en cuanto al capítulo poblacional.

Un aspecto novedoso del mismo es la posibilidad que nos ofrece de contabilizar la población residente del pueblo. En la mayoría de los censos históricos la población de los lugares nos venía dada en vecinos, es decir, establecía el número de cabezas de familia o núcleos familiares. Esto conlleva la dificultad de conseguir el número real de habitantes residentes, lo que en la demografía actual se denomina población de derecho. Si queremos hallar la población residente deberíamos multiplicar el número de vecinos por un coeficiente asignado, aumentando así las probabilidades de error puesto que dicho coeficiente puede variar, por ejemplo, en función de los lugares, la coyuntura económica o la época.

Pasemos ahora a analizar los datos poblacionales extraídos del Catastro en Ufones.

Datos demográficos

El primer dato nos lo proporcionan las Respuestas Generales: es el número de vecinos. En la respuesta número 21 se nos da un total de trece vecinos en el pueblo. En este punto encontramos la primera distorsión, puesto que las declaraciones individuales aumentan la cifra hasta los catorce (si no tenemos en cuenta los menores tutelados). Desconozco el porqué de esta diferencia, aunque parece más fiable la segunda de las cifras.

En cuanto al número de habitantes de Ufones, debemos seguir los dictados en las declaraciones individuales. De ellas se obtiene un número total de 64 personas residentes. No se han contabilizado, por tanto, ni a forasteros que cuenten con algún tipo de residencia en Ufones, ni a menores ausentes, ni a clérigos o demás personas de paso habitual por el pueblo pero sin residencia fija en él.

Conocemos también la edad media de la población. Esta es de 24 años, bastante baja para la época presente, pero que es fiel reflejo de las características de los regímenes demográficos antiguos. Los datos son elocuentes: tan sólo 8 personas alcanzan el medio siglo de vida (en porcentaje el 12,5 %), mientras que 34 de ellas (algo más de la mitad del total) no supera los 21 años, momento en el que entonces se fijaba la mayoría de edad. De modo orientativo diremos que la esperanza de vida al nacimiento en la España de mediados del siglo XVIII se sitúa entre los 25 y los 30 años. De todos estos datos se colige una alta tasa de natalidad y al mismo tiempo una importante tasa de mortalidad entre la población adulta (a lo que habría que añadir una alta tasa de mortalidad infantil, aunque no nos lo muestren los datos aquí analizados)[1].

En cuanto a cuestiones de género las diferencias entre hombres y mujeres son apenas imperceptibles. Los 64 habitantes del pueblo se dividen casi al cincuenta por ciento entre hombres y mujeres (31 hombres y 33 mujeres). Si los agrupamos entre población adulta (mayores de 21 años) y menores de edad, encontramos algunos matices. Entre los menores el porcentaje de hombres es mayor, el 52 % de hombres frente al 48 % de mujeres. Sin embargo, entre la población adulta el porcentaje es inverso: 56,6 % de mujeres frente al 43,4 % de hombres. Este último dato tiene que relacionarse irremediablemente con factores biológicos, pero no deben descartarse otros como enfermedades y migraciones locales y/o externas.

Respecto a la nupcialidad en el pueblo se contabilizan diez matrimonios, además de cuatro personas viudas (un hombre y tres mujeres). No se contabilizan como viudos los que, aun siéndolo, se casaron en segundas nupcias, al incluirse en el primer dato. Esto supone que tan sólo el 20 % de la población adulta del pueblo no había contraído matrimonio a fecha del Catastro.

Por último, y como consecuencia inmediata de los datos anteriores, el Catastro nos ofrece la posibilidad de establecer el coeficiente de población del pueblo, es decir, el número medio de personas que viven en cada hogar. Éste es de 4,57 habitantes/hogar, dato importante que se podría aplicar a censos cercanos en el tiempo y que no nos ofrecen la población total.

Para finalizar os dejo una tabla de elaboración propia donde quedan reflejados los datos personales de todos los habitantes del pueblo en el momento de realización del Catastro:

NOMBRE
EDAD
PROFESIÓN
OTROS DATOS CONOCIDOS [2]
Antonio Rodríguez Blanco
31
Labrador
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 17/10/1720. Padres: Antonio Rodríguez y María Blanco. Casado con Rosa del Prado.
Rosa del Prado Fernández
28
Labradora
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 5/09/1723. Padres: Domingo del Prado y María Fernández. Casada con Antonio Rodríguez.
Antonio Rodríguez del Prado
5
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 17/04/1747. Hijo de Antonio Rodríguez y Rosa del Prado.
María Rodríguez del Prado
2
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 31/08/1749. Hija de Antonio Rodríguez y Rosa del Prado.
Domingo Rodríguez Blanco
28
Labrador
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 17/09/1724. Padres: Antonio Rodríguez y María Blanco. Casado con Pascuala del Prado.
Pascuala del Prado Fernández
30
Labradora
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 1/06/1721. Padres: Domingo del Prado y María Fernández. Casada con Domingo Rodríguez.
Domingo Rodríguez del Prado
5
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 29/01/1747. Hijo de Domingo y Pascuala.
Antonio Rodríguez del Prado
3
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 25/08/1748. Hijo de Domingo y Pascuala.
María Rodríguez del Prado
1
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 11/10/1751. Hija de Domingo y Pascuala.
María Rodríguez Blanco
18
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 10/03/1733. Padres: Antonio Rodríguez y María Blanco. Menor de edad. Tutor legal: su hermano Domingo Rodríguez.
Andrés Prieto Fernández
52
Labrador
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 23/09/1698. Padres: Domingo Prieto y Ana Fernández. Viudo de María González.
Joseph Prieto González
19
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 27/05/1731. Hijo de Andrés Prieto y María González.
Josepha Prieto González
13
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 20/08/1739. Hija de Andrés Prieto y María González.
Francisco Teso Prieto
27
Tejedor y labrador
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 15/04/1723. Padres: Francisco Teso y Catalina Prieto.
Lorenza García
23
Labradora
Viuda de Lorenzo Teso.
Juan Teso García
1
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 27/12/1749. Hijo de Lorenzo Teso y Lorenza García.
Martín Vicente
30
Sastre y labrador
Casado con Isabel Rodríguez Blanco.
Isabel Rodríguez Blanco
24
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 20/07/1727. Padres: Antonio Rodríguez y María Blanco. Casada con Martín Vicente.
Antonio Gago Rodríguez
12
-
Huérfano. Hijo de Bernardo Gago y Antonia Rodríguez. Menor de edad. Tutor legal: Martín Vicente.
Bernarda Gago Rodríguez
20
-
Huérfana. Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 18/09/1731. Hija de Bernardo Gago y Antonia Rodríguez. Menor de edad. Tutor legal: Martín Vicente.
Catalina Gago Rodríguez
17
.
Huérfana. Hija de Bernardo Gago y Antonia Rodríguez. Menor de edad. Tutor legal: Martín Vicente.
Bartolomé Gago
70
Labrador
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 12/03/1681. Hijo de Alonso Gago. Casado con Catalina González.
Catalina González
46
-
Casada con Bartolomé Gago.
Francisco Gago
17
Pastor
Criado de Bartolomé Gago.
Cristina Fernández
26
Asistenta del hogar
Criada de Bartolomé Gago.
Miguel Prieto Rodríguez
60
Tejedor y labrador
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 16/04/1688. Hijo de Andrés Prieto y María Rodríguez. Casado con Susana Teso.
Susana Teso
54
-
Casada con Miguel Prieto.
Juana Prieto Teso
28
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 24/11/1721. Padres: Miguel Prieto y Susana Teso.
Manuela Prieto Teso
24
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 10/05/1724. Padres: Miguel Prieto y Susana Teso.
Pascuala Prieto Teso
18
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 9/12/1732. Padres: Miguel Prieto y Susana Teso.
María Prieto Teso
13
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 1/04/1738. Padres: Miguel Prieto y Susana Teso.
Francisco Ballesteros
36
Labrador
Casado en segundas nupcias con Josepha Blanco Rodríguez. Viudo de María del Prado.
Josepha Blanco Rodríguez
34
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 3/12/1715. Padres: Andrés Blanco y María Rodríguez. Casada con Francisco Ballesteros.
Domingo Ballesteros del Prado
14
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 7/04/1737. Padres: Francisco Ballesteros y María del Prado (fallecida).
Francisco Ballesteros Blanco
2
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 24/07/1748. Padres: Francisco Ballesteros y Josepha Blanco Rodríguez.
María Ballesteros Blanco
5
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 7/11/1745. Padres: Francisco Ballesteros y Josepha Blanco Rodríguez.
Bonifacio Devesa
40
Carretero y labrador
Casado con María Rodríguez.
María Rodríguez
40
-
Viuda de Alonso Gago. Casada en segundas nupcias con Bonifacio Devesa.
Rosa Devesa Rodríguez
3
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 28/01/1748. Hija de Bonifacio Devesa y María Rodríguez.
Francisco Gago Rodríguez
17
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 14/09/1734. Padres: Alonso Gago (fallecido) y María Rodríguez. Padrastro: Bonifacio Devesa.
Catalina Gago Rodríguez
13
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 8/07/1738. Padres: Alonso Gago (fallecido) y María Rodríguez. Padrastro: Bonifacio Devesa.
María Gago Rodríguez
10
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 7/08/1741. Padres: Alonso Gago (fallecido) y María Rodríguez. Padrastro: Bonifacio Devesa.
Isabel Gago Blanco
44
Labradora
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 22/08/1706. Padres: Bartolomé Gago y Catalina Blanco. Viuda de Domingo Fagúndez.
Joseph Fagúndez Gago
10
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 7/09/1741. Hijo de Domingo Fagúndez e Isabel Gago.
Lorenzo Fagúndez Gago
7
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 10/08/1744. Hijo de Domingo Fagúndez e Isabel Gago.
Martín Blanco Prieto
54
Labrador
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 20/11/1703. Padres: Andrés Blanco y María Prieto. Casado con María de Aliste.
María de Aliste
50
-
Casada con Martín Blanco.
Dominga Blanco de Aliste
20
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 10/06/1730. Hija de Martín Blanco y María de Aliste.
Pascual Blanco de Aliste
13
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 12/04/1735. Hijo de Martín Blanco y María de Aliste.
Andrés Blanco de Aliste
10
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 14/07/1738. Hijo de Martín Blanco y María de Aliste.
Martín Blanco de Aliste
7
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 04/04/1742. Hijo de Martín Blanco y María de Aliste.
Silvestre Blanco
33
Labrador
Casado con María Fernández.
María Fernández
57
-
Casada en segundas nupcias con Silvestre Blanco. Viuda de Domingo del Prado.
Andrés del Prado Fernández
25
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de Santa Eulalia el 27/12/1725. Padres: Domingo del Prado (fallecido) y María Fernández.
Josepha del Prado Fernández
21
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 30/03/1730. Padres: Domingo del Prado (fallecido) y María Fernández.
Lorenza del Prado Fernández
18
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 21/06/1732. Padres: Domingo del Prado (fallecido) y María Fernández.
Francisco Vicente
44
Labrador
Casado con Isabel Blanco Rodríguez.
Isabel Blanco Rodríguez
39
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de Santa Eulalia el 29/01/1713. Padres: Andrés Blanco y María Rodríguez.
Andrés Vicente Blanco
9
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de santa Eulalia el 28/12/1742. Hijo de Francisco Vicente e Isabel Blanco.
Francisco Vicente Blanco
6
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de santa Eulalia el 17/01/1746. Hijo de Francisco Vicente e Isabel Blanco.
Manuel Vicente Blanco
3
-
Natural de Ufones. Bautizado en la parroquia de santa Eulalia el 21/10/1748. Hijo de Francisco Vicente e Isabel Blanco.
María Vicente Blanco
15
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de santa Eulalia el 13/01/1737. Hija de Francisco Vicente e Isabel Blanco.
Isabel Vicente Blanco
12
-
Natural de Ufones. Bautizada en la parroquia de santa Eulalia el 15/11/1740. Hija de Francisco Vicente e Isabel Blanco.
María Rodríguez
80
-
Viuda de Andrés Blanco.

 

 



[1] Para conocer más en profundidad los datos acerca de la mortalidad en la España interior: Pérez Moreda, Vicente, Las crisis de mortalidad en la España interior, siglos XVI-XIX, Madrid, 1980.
[2] Estos datos complementarios han sido obtenidos en los libros parroquiales de la iglesia de Santa Eulalia: Archivo Histórico Diocesano de Zamora, secc. parroquiales, Arziprestazgo de Aliste, nº 82, libros 1º y 2º.