domingo, 15 de septiembre de 2013

Las Obisparras en Aliste: una aportación a su estudio

Las mascaradas de invierno se pueden definir como celebraciones atávicas que poseen como común denominador, entre otras muchas cosas, dos características principales: su celebración, al menos en origen, se desarrollaban en torno al solsticio de invierno y la aparición de determinados personajes enmascarados y/o disfrazados, todos ellos con una gran carga simbólica.
El origen de estas mascaradas es incierto. Para algunos autores hay que buscarlo en los ritos celtas, como veremos más adelante. Sin embargo, otros (Julio Caro Baroja; Francisco Manuel Alves o Alonso Ponga) se inclinan hacia un posible origen romano, estableciendo el germen de las mascaradas modernas en algunas fiestas paganas: Saturnalia, Kalendas o Lupercales.
Con la consolidación del cristianismo las autoridades de la Iglesia intentarán acabar con este tipo de prácticas. En un primer momento la postura oficial será la de erradicarlas por completo. Sin embargo, ante el fracaso de esta condena, las autoridades cristianas optarán por la fórmula de la asimilación progresiva, adaptando los antiguos ritos paganos a la religiosidad cristiana.
Una de las zonas más densas en cuanto a este tipo de celebraciones es la comarca alistana, donde reciben el nombre común de Obisparras. Aquí la riqueza y variedad formal de las mismas de deja notar en lugares como Bercianos (Desempradonamiento en las Bodas); Pobladura y La Torre (La Obisparra); Riofrío (Los Carochos); San Vicente de la Cabeza (El Atenazador); Sarracín (Los Diablos) o Villarino Tras la Sierra (El Pajarico y El Caballico).
Juan Francisco Blanco[1] enlaza el origen del término obisparra con la antigua celebración del Obispillo, “inocentada coral y consuetudinaria celebrada en las catedrales de España desde la Edad Media”. A tenor de este posible origen queremos dar a conocer una nueva aportación documental que ayude a los estudiosos para avanzar en el conocimiento de estas tradiciones alistanas[2]. Se trata de una breve descripción de lo que entendemos podría ser una antigua celebración en forma de obisparra y que aparece incluida en una de las respuestas que don Francisco Enríquez de Almansa, I Marqués de Alcañices dirige a los distintos concejos de los lugares de Aliste en uno de los muchos pleitos litigados entre ambas partes durante la primera mitad del siglo XVI.
A tal punto trascribimos literalmente el documento en la parte tocante a la reseñada información:
“[…] e que así mismo estava probado e se probaría desde aquí adelante de cinco lugares que heran llamados los villares del dicho tiempo inmemorial a esta parte abían estado en costumbre estando el señor a la tierra de le dar cada un vezino de los dichos lugares una carreta de leña e una carretada de paja que podría valer cada carretada de leña diez mrs. e que la dicha paja no tenía estimación porque no se aprovechan de ella sino del señor e que esta hera la costumbre e muy antigua e que non abía otra razón sino la antigüedad e que a bueltas de la leña e paja en días de fiesta e plazer hera costumbre antigua que el segundo día de pascua de navidad se avían de juntar los vezinos de los dichos billares e que hordenavan un obispo que iba a la villa de Alcañizas e que avían de matar un pájaro pintado de los que ay a la dicha tierra con garrotes y no en otra manera e que si no lo fazían que pagavan myll mrs. de moneda vieja e que heran diez cornados un maravedí e que muerto el pájaro yban con el dicho obispo al señor de la dicha villa e les avía de entregar la fortaleza e darles de comer e bever a costa del señor e que pasado aquel juego e placer se bolbían con el dicho obispo y davan con el a un charco de agua y lo remojaban bien y que así no se podían dar razones a las cosas muy antiguas sino pasar con ellas como antiguamente se avía fecho…”
Pensamos que la celebración descrita pueda tratarse de un antecedente medieval del actual Pajarico de Villarino Tras la Sierra, por tres motivos fundamentalmente[3].

En primer lugar, por la coincidencia en las fechas. El segundo día de Pascua de Navidad que se cita en el documento se corresponde con el 26 de diciembre, festividad de San Esteban, fecha en la que tradicionalmente se ha celebrado El Pajarico.

En segundo lugar, por la presencia del pájaro como elemento central de la celebración. En la actualidad, como en el relato antiguo, la costumbre dicta el sacrificio de un pájaro – suele ser un pardal (gorrión) – que, puesto en lo alto de una estaca, El Pajarico exhibe por las calles del pueblo mientras recibe las limosnas y donativos de los vecinos. Sin embargo, esta tradición no es exclusiva de Aliste. En un precioso artículo publicado en el Anuario Brigantino[4], el historiador Fernando Alonso Romero recoge ritos y tradiciones similares diseminadas por otros lugares de España y Europa, y a las que supone un posible origen celta. Por ejemplo, nos dice cómo en la isla de Man mataban a pedradas a un reyezuelo o petirrojo, atándolo al extremo de una pértiga que llevaban en procesión de casa en casa, para pedir dinero a los vecinos después de cantarles versos alusivos a la cacería. Lo mismo ocurría en el pueblo gallego de Vilanova de Lourenzá (Lugo) donde los vecinos en procesión, tras matar el pájaro, acudían al abad del monasterio de la villa, quien los recibía repartiendo pan y vino. Vemos aquí la similitud con la celebración alistana que hemos documentado. La variante estriba en que en nuestro caso no es un abad sino el propio Marqués quien actúa como “anfitrión”. En el caso gallego el profesor José Luis Pensado Tomé vio indicios de una posible fórmula de vasallaje por la que los vecinos hacían reconocimiento de su dependencia al abad. También pudiera aplicarse este planteamiento a la celebración alistana.
Si admitimos un posible un posible origen celta a estas cacerías no es menos cierto que en su evolución histórica aparecerán nuevos elementos, bien romanos o cristianos, que distorsionarán su pureza primitiva. Como elementos pre-cristianos pensamos que la entrega simbólica a los vecinos de la fortaleza de Alcañices que se describe en el documento pueda asimilarse a una forma evolucionada de fiestas como las Saturnalia romanas, que se celebraban en torno al solsticio de invierno y en las que por un día los más desfavorecidos (esclavos) disfrutaban de prebendas y sus papeles, en algunos casos, eran intercambiados con los dueños (en nuestro caso los vecinos se hacían por un día con el símbolo del poder que representaba la fortaleza de la villa y recibían comida y bebida a cuenta del Marqués).
Con la cristianización este tipo de ritos y celebraciones sufrirán cambios en su desarrollo. La ordenación del obispo, ciertamente carnavalesca, que nos menciona el documento debió ser uno de ellos. La Iglesia debió permitir la aparición de estos personajes como forma de desvincular estas tradiciones, tan arraigadas a nivel popular, del mundo pagano. Sin embargo, en la actual celebración de El Pajarico de Villarino no aparece o al menos no se ha podido atestiguar. Una posible explicación habría que buscarla en las prohibiciones que la Iglesia efectuó a lo largo del tiempo, temerosa por la ridiculización de personajes como el obispo. Ya en las Constituciones Sinodales de las Vicarías de Alba y Aliste (publicadas en 1613), concretamente en la Constitución III, del Título III, del Libro II, se recoge la prohibición a que los clérigos no dancen ni bailen ni canten ni anden de noche por las calles ni se disfracen ni salgan en máscaras de a pie ni de a caballo. Así mismo durante el siglo XIX los recelos de las autoridades eclesiásticas se hacen extensivos al resto de la población. Entre los documentos que lo prueban nos hacemos eco de la circular expedida en 1827 por el chantre de la Catedral de Zamora, don Pedro Tiburcio[5], en la que se “prohíbe para siempre en todas las Iglesias de las vicarias la misa nocturna llamada de gallo, actos sacramentales, y toda clase de representación, que pase de un sencillo ofertorio en el Acto de la Misa Popular: y el entrar en ellas y lo mismo en procesiones las obisparras, y danzas, por más que digan defraudan a las imágenes de sus limosnas y también el recoger en ellas los granos en sus arcas paneras, y la sal para repartirla al Pueblo. Lo mismo que en el recinto las reuniones concejiles, bayles, danzas, obisparras, juego de barra, volos, canto, pelota, y de cartas; y en fin, el acto gentílico degradante de la humanidad, llamado del baldeón con motivo de la concurrencia a la Iglesia, so cargo de los Párrocos que tal permitan, a quienes autorizamos para llevarlo todo a debido efecto…”. Posiblemente esta actitud facilitó la desaparición de los “obispos” en las representaciones alistanas, pero que quedarían fosilizados en la etimología popular de estas celebraciones: de ahí el nombre genérico de Obisparras.
En cuanto al “remojón” que recibía el dicho obispo suponemos también en este acto un elemento purificador y renovador ligado a ritos antiguos en los que el agua tenía un papel destacado. Es posible que la tradición por la que uno de los jóvenes del pueblo, que ascendía en el escalafón social en calidad de “mozo”, representara al Pajarico tenga que ver con ese mismo carácter renovador. Tema que enlazaría con la ya citada celebración del Obispillo en muchas ciudades españolas.

Ya como último motivo para asociar la descripción documentada con la actual celebración de Villarino señalamos la coincidencia toponímica. En el texto se mencionan cinco lugares que reciben el nombre de “Los villares”, aunque sin especificar su ubicación. En el poblamiento medieval de Aliste es habitual la presencia de estos villares, asentamientos de menor tamaño que la aldea, que en ocasiones se agruparon formando parte de entidades mayores con una mayor concentración en el hábitat, mientras que en otras simplemente desaparecerían. No conocemos el devenir histórico de los cinco villares señalados, aunque por los motivos expuestos, por la referencia toponímica (Villarino = villar pequeño) y por su relativa cercanía a la villa de Alcañices, pensamos que uno de ellos debe ser el propio Villarino Tras la Sierra. Sin embargo, la escasez de documentación, la falta de un estudio pormenorizado de la toponimia menor en Aliste y la ausencia de registros arqueológicos, impiden por el momento ser más precisos en la localización del resto de núcleos.

Esperamos haber contribuido con esta aportación para un mejor conocimiento del patrimonio inmaterial de Aliste, del que debemos sentirnos orgullosos[6].





[1] Vid. Blanco González, J. F., “Tiempo de Máscaras: Los Carochos de Riofrío de Aliste (Zamora)” en Argutorio, nº 22, p. 59, primer semestre de 2009.
[2] Archivo de la Real Chancillería de Valladollid, Registro de Ejecutorias, caja 713, nº 1.
[3] En esta entrada sólo nos centramos en los aspectos relativos al Pajarico, por su relación con el documento que analizamos, sin entrar a valorar otros personajes de la celebración actual como El Caballico o Los Zamarrones.
[4] Vid. Alonso Romero, F., “La Cacería del Reyezuelo: análisis de una cacería ancestral en los países célticos”, en Anuario Brigantino, nº 24, 2001.
[5] Archivo Histórico Diocesano de Zamora, Sección parroquiales, Villarino Tras la Sierra, nº 91, libro 1º.
[6] Quiero agradecer su colaboración en la preparación de este post a Pedro Gómez Turiel.