lunes, 8 de abril de 2013

Los molinos de Ufones


La producción harinera ha sido una de las bases fundamentales sobre las que se asentaban las economías rurales. La harina constituía un bien de primera necesidad, básico para la elaboración del pan y el pienso de los animales, y su producción estaba estrechamente relacionada con las cosechas de grano, que fluctuaban año tras año. Así las cosas, los molinos se convirtieron en herramientas imprescindibles de trabajo.

A lo largo de la historia han ido apareciendo múltiples variedades de molinos, clasificados en función a su energía motriz: manuales, de tracción animal, hidráulicos, de viento, eléctricos, etc.
 
En Ufones, como en toda la comarca de Aliste, primó la utilización de molinos de agua debido a las condiciones orográficas y climáticas de la zona. Los molinos se fueron extendiendo a lo largo de los cauces de ríos y arroyos más importantes, caracterizando y vertebrando así el paisaje fluvial. Pero no sólo tuvieron un impacto visual en el entorno sino que además influyeron de manera directa en la organización socio-económica de los pueblos ante la necesidad de regular su uso.

En líneas generales la arquitectura de los molinos en Aliste es similar, aunque su tamaño varíe debido a la capacidad que soportaban. Se trata de edificios rectangulares construidos en base a piedra y madera, sin apenas vanos ni chimeneas, pese a la necesidad de hacer fuego en su interior las largas noches de molienda. Estos edificios se sitúan en la margen de los ríos, casi siempre en la misma orilla para no tener que vadearlos. La traída del agua se hacía desviando el curso hacia el molino donde quedaba represada en la zuda. La corriente entraba por la calienda, regulando su flujo a través de una compuerta que permitía dar mayor o menor potencia a la rotación. De esta manera el agua golpeaba las aletas del rodreno, pieza circular metálica que hacía girar el eje de madera al que estaba unido y que a su vez movía las piedras o muelas, una de ellas fija y la otra giratoria. Estas muelas eran graduables en altura (para conseguir una harina más o menos fina) y su superficie era estriada. Otras partes del molinos eran la torva, por donde se introducía el grano y el farniero, depósito donde caía la harina obtenida.

 
                                                                                   Muelas de un molino

En cuanto al régimen de propiedad, tradicionalmente los molinos podían estar en manos privadas o públicas. Aun así en todos los casos se desprende un uso comunal, con turnos rotativos entre los vecinos que gozaban del derecho a moler y que incluso procedían de pueblos cercanos como Matellanes, Grisuela o San Juan del Rebollar.
 
La datación más antigua que conservamos sobre los molinos de Ufones viene de mediados del siglo XVIII, con la información que nos transmite el Catastro de Ensenada. En este momento se documentan hasta seis molinos en funcionamiento. Son: El Retorno, La Llamerona, Matarranas, Ribera de Abajo, La Puente y Molino de Concejo, y uno más, el de Valpozo o de los Alonso, inservible por estar arruinado. En épocas posteriores hemos podido contabilizar otros dos, los molinos de Valongo y el Pisón. En este último caso no se trataría de un molino harinero sino más bien de un batán o pisón –de ahí el nombre- dedicado a la preparación de telas de lino.

Todos estos molinos perduraron en el tiempo hasta el último cuarto del siglo XX. Lamentablemente en la actualidad, debido a la coyuntura económica y social del pueblo (emigración, envejecimiento poblacional, aparición de nuevas técnicas agrícolas, desinterés institucional, etc) la mayoría de ellos o bien han desaparecido totalmente o tan sólo conservamos algunos restos. El único que se conserva íntegramente es el molino La Puente. Se trata del molino de mayor tamaño del término, y uno de los de mayor capacidad de todo el Mena. Es posible que su buen estado responda a dos premisas. En primer lugar, el molino era el más cercano al pueblo y, a diferencia de los demás, era utilizado casi en exclusiva por los vecinos de Ufones, lo que aumentaba el interés de los propios vecinos por el mismo. En conexión con esta idea está la segunda premisa: aunque no contemos con ningún documento que pueda probarlo, es más que factible que el molino fuera objeto a principios del siglo XX de una reconstrucción bien total o parcial. Esto quedaría reflejado en la inscripción que actualmente podemos ver en la puerta de entrada donde figura el año 1912, fecha probable de finalización de las obras. A principios de este siglo se llevo a cabo la reparación del tejado, debido a su estado de deterioro.

                                                             Restos del molino de La Llamerona o de Los González

 
Esperemos que en el futuro se puedan llevar medidas que ayuden a la conservación de este tipo de bienes inmuebles que, más allá de su utilidad funcional, forman parte de nuestro patrimonio histórico-cultural.

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