lunes, 4 de marzo de 2013

Pequeñas historias de la Historia. Ufones en 1606 ( II )


Veíamos en la primera parte de este capítulo la visita que en 1606 don Jerónimo del Hoyo realizó al pueblo y la información que nos transmitió de la misma. El texto decía lo siguiente:

Sancta Eulalia de Usones, anexo de Alcañiças

Tiene esta iglesia doze feligreses. Los fructos se hazen dos partes, la una lleba el cura y la otra el marqués de Alcañiças y la fabrica las primicias. Hay una hermita de Sancta Leocadia y un humilladero de la Cruz y el cura tiene una misa de obligación entre semana en esta parroquia.”

Lo de Usones parece más bien un error en la grafía, procedente del propio don Jerónimo o del escribano encargado de poner por escrito los datos. Los errores gramaticales y en la grafía del texto son una constante a lo largo del manuscrito, como en su día señalaron Ángel Rodríguez y Benito Varela[1], por lo que no es de extrañar el equívoco aquí también. Por otra parte se señala la dependencia de la parroquia al curato de Alcañices. Desconocemos desde cuando se producía esta situación pero sí sabemos que hasta principios del siglo XIX se mantuvo así, momento en el que pasó a depender del curato de Rabanales.

De los datos de don Jerónimo vamos a analizar tres cuestiones: el número de feligreses, las rentas de la iglesia y el humilladero de la Cruz. En cuanto a la presencia de la ermita le dedicaremos un capítulo aparte en entradas posteriores.

Respecto al número de feligreses, se nos señala la presencia de doce en la parroquia. Lo que no está claro es si con el término feligrés se está refiriendo a personas, como parecería natural, o más bien a vecinos (en el sentido de núcleos familiares). En mi opinión la segunda opción sería la más acertada, por varios motivos. En primer lugar si tomamos los datos del libro de bautismos de la parroquia de Santa Eulalia[2], constatamos que sólo entre los años 1600 y 1607 -fecha de las Memorias de don Jerónimo- fueron bautizados en la misma 10 niños, hijos de al menos 8 matrimonios diferentes. En total tenemos constancia de la presencia en la parroquia de como mínimo 16 adultos y 10 niños, sin contar otras personas como adultos sin descendencia, viudos/as, solteros/as, etc. Aun asumiendo una elevada tasa de mortalidad tanto infantil como adulta, parece difícil plantear una población tan baja como la que señala don Jerónimo. Además si hacemos un repaso a otros lugares de la comarca, el número de feligreses señalados también nos genera dudas. Por ejemplo hay un redondeo evidente en las cifras o si hacemos una comparación con los datos del censo de 1591 (en el que se nos da el número de vecinos pecheros), los números entre éste y los datos de don Jerónimo son similares, salvo excepciones como Alcañices o Figueruela de Abajo. De hecho este censo, apenas unos pocos años anterior a la toma de datos realizada por don Jerónimo, arroja para el lugar de Ufones un total de ocho vecinos pecheros y entre 30 y 40 habitantes de forma estimada. ¿Es posible que la población del pueblo descendiera de una manera tan brutal, al menos un 60%, en poco más de diez años? A raíz de lo indicado anteriormente parecería imposible. Sin embargo, debemos tener presente algo importante, y que debe influir en la consideración de estos datos, y es que entre los años 1596 y 1602 se produce en España una de las mayores crisis de mortalidad en época moderna. Hasta qué punto esta crisis tuvo unos efectos tan devastadores en la población del pueblo es difícil de precisar. La solución a estos interrogantes habría que encontrarla, en el futuro, en un estudio más exhaustivo de los registros sacramentales de la parroquia de Santa Eulalia.

Por lo que respecta a las rentas que recibía la iglesia don Jerónimo se limita a señalar la partición que se hace de las mismas, sin llegar a indicar el montante. Con el término frutos se está refiriendo a los diezmos, impuesto de origen medieval que consistía en la décima parte de la producción agraria y que en nuestro pueblo se repartían al cincuenta por ciento entre el cura y el Marqués de Alcañices. En cuanto a las primicias, éstas eran una prestación a mayores del diezmo, pagándose también en especie. Las primicias eran recibidas íntegramente por la fábrica de la iglesia y administradas por el mayordomo, que rotaba anualmente entre los vecinos del pueblo.

Por otro lado don Jerónimo también anota en sus Memorias la presencia en el pueblo de un humilladero de la Cruz. La devoción de la Cruz está íntimamente relacionada con la orden de los franciscanos, quienes desde la etapa bajomedieval popularizan y difunden su culto, arraigando con fuerza en las sociedades de la época. En Aliste sabemos de la presencia de los franciscanos en Alcañices desde la Edad Media. Allí fundan una cofradía, la de la Vera Cruz, documentada al menos desde el año 1550 [3]. También en el vecino lugar de Matellanes hemos podido documentar una antigua ermita dedicada a la Vera Cruz. No es de extrañar pues la presencia de estos humilladeros en muchos lugares de Aliste, incluido Ufones, cuya parroquia, como hemos señalado, era aneja al curato de Alcañices en esta época.

Los humilladeros aparecen, pues, desde el período medieval, pero su evolución será larga. Hasta mediados del siglo XVI se trataría de simples cruces que jalonaban los caminos entre pueblos, colocándose a la entrada de los mismos. Su función era doble: por un lado servían de símbolo de protección para el caminante o transeúnte, quien al llegar a la Cruz se arrodillaba o humillaba (de ahí el nombre de humilladeros) ante ella en señal de agradecimiento y veneración. Por otro lado servían de guía, ya que las cruces señalaban cuales eran los caminos principales, siempre los que quedaban a la izquierda de la misma. Sin embargo, con el tiempo los humilladeros pasaron a convertirse en espacios arquitectónicos, al construirse edificios juntos a las cruces, con multitud de estilos y formas: desde templetes a edificios cúbicos, rectangulares, etc.

En Aliste las Memorias nos señalan multitud de humilladeros de la Cruz, que don Jerónimo en algunas ocasiones asocia con ermitas, como es el caso de Santa Ana, y en otras no, como en Ufones. Por tanto es difícil establecer si cuando nos habla de humilladeros se refiere exclusivamente a cruces o bien a edificios que pudieran estar en relación con la misma. En el caso concreto de Ufones me inclino por pensar en la simple presencia de la Cruz, aunque con algunas dudas. Así sería posible que su ubicación original se deba asociar a la propia ermita de Santa Leocadia.

Hasta hace no muchos años todavía se conservaba en el pueblo la base que serviría de soporte para la Cruz. Lamentablemente hoy perdida (mejor no comentarlo), la base era de piedra tallada, tenía forma de cono truncado -daba el aspecto de una pila baustismal invertida-, con un hueco central donde iba encajada la propia Cruz, de madera como es lógico pensar.

Sin embargo, lo más llamativo del humilladero es la presencia en diferentes lugares del pueblo de marcas que lo simbolizan. Así ocurre en al menos dos sillares en los que aparecen esculpidos sendos dibujos en forma de cruz, y que recuerdan al propio humilladero. Uno de estos sillares se encuentra en una esquina exterior de la propia iglesia de Santa Eulalia. El otro está situado en la conocida Fuente de Abajo. La ubicación de estos sillares en diferentes puntos del pueblo nos lleva a pensar en su posible origen exógeno, procediendo a su reutilización en algún momento indeterminado del pasado. Es decir, los sillares hipotéticamente procederían de la propia ermita, cuyos materiales, tras su progresivo abandono, serían reutilizados en otras construcciones.

                                                          Detalle del sillar con la cruz grabada en la Fuente de Abajo

Espero con estos datos haber colaborado en la comprensión de algunos aspectos esenciales para los habitantes de nuestro pueblo en una época de su historia sin duda difícil y de la que poseemos muy pocos testimonios, de ahí su relevancia.



[1] Vid. Rodríguez, Ángel y Varela, Benito, Memorias del Arzobispado de Santiago por el Cardenal don Jerónimo del Hoyo, Santiago de Compostela.
[2] Archivo Histórico Diocesano de Zamora, sección parroquiales, nº 82, libro 1.
[3] Vid. Pérez González, Silvia María, “La cofradía de la Vera Cruz de Alcañices en el siglo XVI”, pp. 65-97, en Sánchez Herrero, J. (coord.), El Tratado de Alcañices, Zamora, 1999.

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