Veíamos
en la primera parte de este capítulo la visita que en 1606 don Jerónimo del
Hoyo realizó al pueblo y la información que nos transmitió de la misma. El texto
decía lo siguiente:
“Sancta
Eulalia de Usones, anexo de Alcañiças
Tiene
esta iglesia doze feligreses. Los fructos se hazen dos partes, la una lleba el
cura y la otra el marqués de Alcañiças y la fabrica las primicias. Hay una
hermita de Sancta Leocadia y un humilladero de la Cruz y el cura tiene una misa
de obligación entre semana en esta parroquia.”
Lo
de Usones parece más bien un error en la grafía, procedente del propio don
Jerónimo o del escribano encargado de poner por escrito los datos. Los errores
gramaticales y en la grafía del texto son una constante a lo largo del
manuscrito, como en su día señalaron Ángel Rodríguez y Benito Varela[1], por lo
que no es de extrañar el equívoco aquí también. Por otra parte se señala la
dependencia de la parroquia al curato de Alcañices. Desconocemos desde cuando
se producía esta situación pero sí sabemos que hasta principios del siglo XIX
se mantuvo así, momento en el que pasó a depender del curato de Rabanales.
De
los datos de don Jerónimo vamos a analizar tres cuestiones: el número de feligreses,
las rentas de la iglesia y el humilladero de la Cruz. En cuanto a la presencia
de la ermita le dedicaremos un capítulo aparte en entradas posteriores.
Respecto
al número de feligreses, se nos señala la presencia de doce en la parroquia. Lo
que no está claro es si con el término feligrés se está refiriendo a personas,
como parecería natural, o más bien a vecinos (en el sentido de núcleos
familiares). En mi opinión la segunda opción sería la más acertada, por varios
motivos. En primer lugar si tomamos los datos del libro de bautismos de la
parroquia de Santa Eulalia[2],
constatamos que sólo entre los años 1600 y 1607 -fecha de las Memorias de
don Jerónimo- fueron bautizados en la misma 10 niños, hijos de al menos 8
matrimonios diferentes. En total tenemos constancia de la presencia en la
parroquia de como mínimo 16 adultos y 10 niños, sin contar otras personas como
adultos sin descendencia, viudos/as, solteros/as, etc. Aun asumiendo una
elevada tasa de mortalidad tanto infantil como adulta, parece difícil plantear
una población tan baja como la que señala don Jerónimo. Además si hacemos un
repaso a otros lugares de la comarca, el número de feligreses señalados también
nos genera dudas. Por ejemplo hay un redondeo evidente en las cifras o si
hacemos una comparación con los datos del censo de 1591 (en el que se nos da el
número de vecinos pecheros), los números entre éste y los datos de don Jerónimo
son similares, salvo excepciones como Alcañices o Figueruela de Abajo. De hecho
este censo, apenas unos pocos años anterior a la toma de datos realizada por
don Jerónimo, arroja para el lugar de Ufones un total de ocho vecinos pecheros
y entre 30 y 40 habitantes de forma estimada. ¿Es posible que la población del
pueblo descendiera de una manera tan brutal, al menos un 60%, en poco más de
diez años? A raíz de lo indicado anteriormente parecería imposible. Sin
embargo, debemos tener presente algo importante, y que debe influir en la
consideración de estos datos, y es que entre los años 1596 y 1602 se produce en
España una de las mayores crisis de mortalidad en época moderna. Hasta qué
punto esta crisis tuvo unos efectos tan devastadores en la población del pueblo
es difícil de precisar. La solución a estos interrogantes habría que
encontrarla, en el futuro, en un estudio más exhaustivo de los registros
sacramentales de la parroquia de Santa Eulalia.
Por
lo que respecta a las rentas que recibía la iglesia don Jerónimo se limita a
señalar la partición que se hace de las mismas, sin llegar a indicar el
montante. Con el término frutos se está refiriendo a los diezmos, impuesto de
origen medieval que consistía en la décima parte de la producción agraria y que
en nuestro pueblo se repartían al cincuenta por ciento entre el cura y el
Marqués de Alcañices. En cuanto a las primicias, éstas eran una prestación a
mayores del diezmo, pagándose también en especie. Las primicias eran recibidas
íntegramente por la fábrica de la iglesia y administradas por el mayordomo, que
rotaba anualmente entre los vecinos del pueblo.
Por
otro lado don Jerónimo también anota en sus Memorias la presencia en el
pueblo de un humilladero de la Cruz. La devoción de la Cruz está íntimamente
relacionada con la orden de los franciscanos, quienes desde la etapa
bajomedieval popularizan y difunden su culto, arraigando con fuerza en las
sociedades de la época. En Aliste sabemos de la presencia de los franciscanos
en Alcañices desde la Edad Media. Allí fundan una cofradía, la de la Vera Cruz,
documentada al menos desde el año 1550 [3].
También en el vecino lugar de Matellanes hemos podido documentar una antigua
ermita dedicada a la Vera Cruz. No es de extrañar pues la presencia de estos
humilladeros en muchos lugares de Aliste, incluido Ufones, cuya parroquia, como
hemos señalado, era aneja al curato de Alcañices en esta época.
Los
humilladeros aparecen, pues, desde el período medieval, pero su evolución será
larga. Hasta mediados del siglo XVI se trataría de simples cruces que jalonaban
los caminos entre pueblos, colocándose a la entrada de los mismos. Su función
era doble: por un lado servían de símbolo de protección para el caminante o
transeúnte, quien al llegar a la Cruz se arrodillaba o humillaba (de ahí el
nombre de humilladeros) ante ella en señal de agradecimiento y veneración. Por
otro lado servían de guía, ya que las cruces señalaban cuales eran los caminos
principales, siempre los que quedaban a la izquierda de la misma. Sin embargo,
con el tiempo los humilladeros pasaron a convertirse en espacios
arquitectónicos, al construirse edificios juntos a las cruces, con multitud de
estilos y formas: desde templetes a edificios cúbicos, rectangulares, etc.
En
Aliste las Memorias nos señalan multitud de humilladeros de la Cruz, que
don Jerónimo en algunas ocasiones asocia con ermitas, como es el caso de Santa
Ana, y en otras no, como en Ufones. Por tanto es difícil establecer si cuando
nos habla de humilladeros se refiere exclusivamente a cruces o bien a edificios
que pudieran estar en relación con la misma. En el caso concreto de Ufones me
inclino por pensar en la simple presencia de la Cruz, aunque con algunas dudas.
Así sería posible que su ubicación original se deba asociar a la propia ermita
de Santa Leocadia.
Hasta
hace no muchos años todavía se conservaba en el pueblo la base que serviría de
soporte para la Cruz. Lamentablemente hoy perdida (mejor no comentarlo), la
base era de piedra tallada, tenía forma de cono truncado -daba el aspecto de
una pila baustismal invertida-, con un hueco central donde iba encajada la
propia Cruz, de madera como es lógico pensar.
Sin
embargo, lo más llamativo del humilladero es la presencia en diferentes lugares
del pueblo de marcas que lo simbolizan. Así ocurre en al menos dos sillares en
los que aparecen esculpidos sendos dibujos en forma de cruz, y que recuerdan
al propio humilladero. Uno de estos sillares se encuentra en una esquina
exterior de la propia iglesia de Santa Eulalia. El otro está situado en la
conocida Fuente de Abajo. La ubicación de estos sillares en diferentes
puntos del pueblo nos lleva a pensar en su posible origen exógeno, procediendo
a su reutilización en algún momento indeterminado del pasado. Es decir, los
sillares hipotéticamente procederían de la propia ermita, cuyos materiales,
tras su progresivo abandono, serían reutilizados en otras construcciones.
Detalle del sillar con la cruz grabada en la Fuente de Abajo
Detalle del sillar con la cruz grabada en la Fuente de Abajo
Espero
con estos datos haber colaborado en la comprensión de algunos aspectos esenciales
para los habitantes de nuestro pueblo en una época de su historia sin duda difícil
y de la que poseemos muy pocos testimonios, de ahí su relevancia.
[1]
Vid. Rodríguez, Ángel y Varela, Benito, Memorias del Arzobispado de Santiago
por el Cardenal don Jerónimo del Hoyo, Santiago de Compostela.
[2]
Archivo Histórico Diocesano de Zamora, sección parroquiales, nº 82, libro
1.
[3]
Vid. Pérez González, Silvia María, “La cofradía de la Vera Cruz de Alcañices en
el siglo XVI”, pp. 65-97, en Sánchez Herrero, J. (coord.), El Tratado de Alcañices, Zamora, 1999.
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