En el año 2007 la Junta de Castilla y León a
través de la Consejería de Cultura y Turismo acuerda adecuar como Conjunto
Histórico el denominado Recinto Murado de
Alcañices, anteriormente declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
Más allá de este tipo de actuaciones
administrativas, necesarias pero en ocasiones poco eficaces, desde un punto de
vista histórico se echa en falta un estudio monográfico del recinto defensivo
que profundice en sus raíces y evolución y ayude a poner en valor su
importancia histórica y cultural.
Lejos de tal objetivo, para cuya realización
se requieren los medios, el tiempo y los conocimiento de los que carezco, sí
pretendo en este post aportar mi granito de arena en favor de un mejor
conocimiento de la fortaleza alistana a través de una serie de aportaciones
documentales (algunas inéditas) que presenten un relato lo más coherente
posible del núcleo defensivo.
Delimitación Conjunto Histórico del "Recinto murado de Alcañices" |
Alcañices surge por vez primera en los
registros escritos en un documento del año 1204, cuando aparece al frente de la
Villa un tenente llamado Nuño Froilaz[1].
Lo tardío de esta primera referencia no concuerda con la importancia del
enclave. Sabemos que en 1211 el rey leonés Alfonso IX ordena la devolución a
los templarios de una serie de fortalezas, entre las que se encuentra Alcañices[2].
Éstos debieron implantarse en la Villa posiblemente hacia el último cuarto del siglo
XII, transformándola en uno de sus principales núcleos fortificados. Su
presencia aquí se extendió hasta el año 1310 cuando la Orden es disuelta, pero
las referencias históricas sobre su presencia durante todo este período son
escasas y ninguna de ellas alude a la fortaleza.
En realidad, el primer testimonio documentado
de la arquitectura defensiva en la Villa se data en tiempos de los primeros
Señores de Alcañices. Se trata de un diploma del año 1396 por el que doña Juana
de Cifuentes cede a su hijo mayor don Luis, con el consentimiento de sus
hermanos, la Villa y Tierra de Alcañices[3].
El documento es importante por cuanto doña Juana ordena a un tal Sancho Diez la
entrega de la casa-torre a favor de su hijo: […] et mando a Sancho Dies que esta presente que tiene la casa torre por my
de la dicha villa de Alcanyças que vos la haga luego dar e entregar a vos… En
primer lugar se deduce de estas palabras que Sancho actuaría en calidad de
alcaide o gobernador de la fortaleza, por los poderes que doña Juana le había
delegado. En segundo lugar, el testimonio es clave porque refleja el tipo de
construcción arquitectónica que presidiría la villa: una casa-torre. Con este
escueto dato lo único que se puede apuntar es que se trata de un modelo
constructivo habitual durante la Plena Edad Media, como se puede atestiguar de
construcciones similares que sí han perdurado hasta nuestros días en todo el
tercio norte peninsular y que ejercían funciones habitacionales y militares al
mismo tiempo. Más allá de esto no sabemos si su origen pudo datarse en tiempos
de los primeros señores de Alcañices o si por el contrario se trata de un
vestigio de la arquitectura templaria que fue reaprovechado posteriormente.
Nada se nos dice en cambio de la primitiva
cerca medieval que protegería el recinto o de otros elementos defensivos como
el foso. Sin embargo, tenemos pruebas documentales de su antigüedad, tanto de
la muralla como del foso, por un pleito de 1535 en el que los concejos de
Aliste presentan una lista de daños y agravios a los que eran sometidos por
parte de don Francisco Enríquez de Almansa, I Marqués de Alcañices[4].
Entre las quejas se encuentra la obligación de la Villa y Tierra al reparo de los muros y cavas antiguas de la
dicha villa. La antigüedad de la muralla y foso queda fuera de toda duda,
máxime cuando a renglón seguido afirman que agora
nuebamente haze [el Marqués] otra
cerca nueba y los haze servir en ella no syendo nescesario. Es decir, el
Marqués por estas fechas renovaba el recinto defensivo a través de la
construcción de un nuevo amurallamiento y el acondicionamiento del foso.
Respecto a este último elemento llama la atención la utilización del plural
para referirse a él. Esto lleva a plantearnos dos hipótesis: que estuviésemos
ante un doble foso (poco probable en mi opinión) o que el perímetro sólo se
complementara defensivamente en algunos tramos excavados (de ahí las cavas),
los más expuestos desde una perspectiva estratégica.
La creación de una nueva cerca debió ser el
punto culminante de un proyecto de renovación de los sistemas de defensa de la
Villa impulsado por el Marqués. O al menos eso se deduce de otro documento
anterior, fechado en 1514, en el que por primera vez los concejos se lamentaban
ante los tribunales de justicia por la actitud de don Francisco Enríquez, quien
les fazía perder sus yeras con sus
personas e carros e bueyes mandandoles llevar piedra e cal e barro para hazer
una fortaleza que hazia sin les pagar cosa alguna, argumento que será
rebatido en dicho pleito por el propio Marqués esgrimiendo a su favor que los servicios que los vecinos de la dicha
Tierra fazian con sus personas e carros e bueyes asi que traen leña y barro y
madera e otras cosas como en belar la fortaleza quando era nescesario … que a
todo ello heran obligados los vezinos de la dicha Tierra e que le hera devido
al dicho don Francisco ansí por privilegio especial que tenían de la dicha
Tierra como porque los vasallos que agora biben en ella e los otros que antes
de ellos fueron de cientos años y mas tiempo a esta parte y de tanto tiempo de
cuyo principio no aver ya memoria de hombres diz que pagaron continuamente[5].
La reconstrucción de los elementos defensivos
no debe interpretarse como un trabajo ex novo (es decir, demoler y hacer de
nuevo) sino como una renovación parcial y progresiva de estructuras, entre
otras cosas porque nadie hubiese sido tan temerario como para permitir la
indefensión del enclave y su exposición al ataque enemigo durante el tiempo que
durasen las obras.
Por otra parte los materiales empleados
-piedra, cal y barro- concuerdan con los restos visibles de la muralla en la
actualidad y suponemos que serían empleados tanto en la cerca como en el resto
de fortificaciones.
En tiempos de don Francisco, cuya actividad
constructiva fue ciertamente intensa, se llevó a cabo un último retoque
defensivo. Él mismo nos da la información a través de su testamento[6]:
Yten digo que por quanto por my mandado
fue reedificado e trasmutado en obra del baluarte que esta delante de la puerta
principal de la dicha my Villa de Alcañiças a costa de los vecinos de los
lugares de la jurisdiccion de la dicha my Villa demas y allende de lo que
antiguamente solia ser y estar que lo que asy paresciere averse trasmutado se
de e pague a la dicha Tierra y de ello se faga la carcel que se a de fazer en
la dicha my villa a que los vecinos de la dicha my Villa e Tierra son obligados
de fazer.
En términos de arquitectura militar baluarte
se define como una obra de fortificación que sobresale en el encuentro de dos
cortinas o lienzos de muralla y se compone de dos caras que forman un ángulo
saliente, dos flancos que la unen al muro y una gola de entrada. La
construcción de baluartes se difundió ampliamente desde principios del siglo
XVI en la misma medida que se había extendido el empleo de la artillería, como
forma de contrarrestar su capacidad destructiva. Sin duda el Marqués reforzó la
entrada principal de la muralla a través de este sistema del que, por otra
parte, no he encontrado referencias posteriores.
Tras el fallecimiento de Francisco Enríquez
la fortaleza debió iniciar un progresivo periodo de decadencia. Al menos eso se
desprende de un testimonio fechado en 1629, cuando en cumplimiento de una Real
Provisión se presenta en Alcañices el teniente de corregidor de Zamora don
Pedro Sevil junto a los maestros de cantería y carpintería don Pedro Guerra y
Simón Díez para comprobar el estado de conservación de la fortaleza y las casas
del Marqués y evaluar la necesidad de reparos en ellas[7].
La declaración no tiene desperdicio y aporta información relevante:
Torre del Reloj |
Que las dichas
cassas principales del dicho Marqués estan muy arruinadas e tienen necesidad de
rreparo, particularmente los desvanes de arriva y estan muy desmejorados e que
se estan viniendo al suelo e ansi mismo los corredores principales del dicho
palacio ansi mismo se estan undiendo e con gran necesidad de rreparo y un
corredor mirador de las dichas casas que cae hacia la guerta se esta undiendo y
viniendo al suelo e tanvien es necesario hechar suelos e taviques a las dichas
casas e sotechar los texados de ellas y que estos reparos se agan con toda
brevedad para que de otra manera sera mayor la rruyna de las dichas cassas. E
ansi mismo an visto la fortaleca de esta villa la qual esta muy desvaratada e
desmexorada e todos los maderamientos de ella se han podrido e no son de
provecho porque a lo que parece que algunos años que se undio el texado de
ella, que esta descuvierta, y la cassa de la vivienda del alcalde de la dicha
fortaleza esta toda en el suelo, paredes e toda ella, que es necesario
rrepararle todo ello, ansi los sobrados de ella como el texado y levantar la
dicha cassa del alcayde que está en la dicha fortaleza.
La situación de deterioro es evidente. Desconocemos
si los reparos que tanto urgían se llevaron a efecto o no, aunque de haberse
realizado habrían caído en saco roto ya que pocos años después, en 1641, las
tropas portuguesas del rey Joao IV penetran en Aliste a través de Brandilanes
arrasando con todo cuanto encuentran a su paso ante la impotencia de las
escasas tropas españolas aquí acuarteladas. Estos enfrentamientos se enmarcan
dentro de la denominada Guerra de Restauración Portuguesa, iniciada en 1640 con
la sublevación de los nobles lusos que exigían la restauración del reino
independiente de Portugal. La guerra fue prolongada (28 años) y se caracterizó
por la combinación de batallas importantes con escaramuzas aisladas a uno y
otro lado de la frontera. Precisamente el territorio alistano, como espacio
fronterizo, y la villa de Alcañices, como cabeza de lanza de las estructuras
defensivas españolas en esta zona de la Raya, se vieron seriamente afectados
por las incursiones portuguesas. Para hacer frente a estos ataques se ordenó
reforzar los enclaves militares más importantes, haciendo plazas de armas fortificadas y artilladas en Carbajales, Alcañices y
Torregamones, guarneciéndolas con un tercio fijo de 800 hombres[8].
En otro documento de esta época, que nos sirve para complementar el anterior,
se hace una descripción bastante detallada de la villa y fortaleza,
evidenciando una vez más la situación de vulnerabilidad que presentaba:
La villa de Alcañices
consiste en un arrabal abierto con cosa de sesenta casas de fábrica a la
malicia, de suerte que dende los padrastos que tiene están descubiertas a tiro
de mosquete sin poder hacer pie en ellas ningun hombre sin que les hagan
pedazos. Arrímase a las murallas de esta villa el arrabal, que son casas de una
piedra tan menuda paguadas con barro, y tan angostas, que una pared de barro
fuera más defensa. Hay en la conferencia desta muralla las casas del marqués,
una panera suya y cosa de diez y doce casas. Toda la villa está más sujeta que
el arrabal por ceñillas las sierras que tiene a los lados tan cercanas, que con
los mosquetes no para un hombre en la villa ni en sus murallas. Dentro de la
villa, arrimado a la parte que mira a Castilla, está la fortaleza que S. M.
manda se fortifique es de piedra labrada pequeña en su círculo, con cuatro
cubos a lo antiguo, una torre de homenaje, sin plaza de armas ni cuarteles, ni
alojamientos, ni agua, porque un pozo que tenía se ha secado sin tener gota de
agua ha diez años, ni venilla aunque se ha limpiado, y cualquiera fortificacion
que se le haga será dársela más bien dispuesta al enemigo si lo ocupa. Si algun
remedio hay para poder fortificar y que la gente de la villa y el presidio se
puedan defender por ocho dias mientras les va socorro desta ciudad de Zamora,
es hacer en estos cerros que la ciñen, adonde está la horca, velacho adonde
fuese más conveniente y más cercano de la villa un reduto alto levantado de
murallas para que sea dificultosa la escalada que se le quisiese dar y dende
este reduto, estando guarnecido con cien mosqueteros y algunas piececillas de
campaña, quedan señores de la villa y de la fortaleza. También se ha de
derribar la cárcel y otras algunas casas que arriman a la muralla, de suerte
que la puerta de la villa quede limpia, a la cual se ha de hacer un rebellon
que calza la puerta de la villa y del un lado y otro que salga un trincheron
donde pueda estar la gente de mampuesto defendiendo la fuerza del enemigo. Con
estas prevenciones se podrá la villa defender, y de otra manera es imposible, y
ganada queda espuesta a que con muy poca gente la saquee el enemigo y la queme
hasta Benavente y Astorga, sin haber cosa que se lo impida[9].
Interesa destacar de este testimonio la
mención a la torre del homenaje, recordando en este punto la casa-torre que
Juana de Cifuentes cedía a su hijo en 1396. Como hipótesis se puede pensar que
la estructura arquitectónica militar que presidió la Villa desde el origen fue
esta torre, que mantuvo siempre ese diseño aunque con las lógicas reformas que debió
sufrir a lo largo del tiempo hasta su definitiva desaparición. En la
descripción que se detalla en la declaración del conjunto histórico se refiere
la existencia de un posible cubo, entre la iglesia y el palacio (y por ello
conocido como cubo de Palacio) con
vestigio de una doble puerta de acceso aneja. No he podido comprobar la
existencia de estos restos, pero como hipótesis podría tratarse no tanto de un
vestigio de la muralla sino de la propia torre.
Por otro parte, también es interesante la
referencia que se hace a la cárcel, situándola junto a la entrada principal de
la Villa y arrimada a la muralla. Debe ser la misma que Francisco Enríquez de
Almansa ordenara construir en la manda testamentaria que antes veíamos y, por
tanto, anterior al presidio que más tarde se ubicaría junto al Convento de San
Francisco.
El final de la Guerra de Restauración
Portuguesa en 1668 sólo supuso un respiro para la maltratada sociedad alistana.
El cambio de siglo trajo consigo otro conflicto armado que nuevamente afectó a
la comarca: la Guerra de Sucesión Española. La entrada de Portugal en esta
guerra causó una vez más muchos problemas en Aliste. De hecho las noticias
hablan de la toma de la ciudad y el castillo de Alcañices por parte del
teniente general portugués Pedro Mascarenhas en 1710, quien ordenó arrasar las
fortificaciones[10].
La villa quedaría en manos portuguesas hasta la firma del Tratado de Utrecht en
1713, cuando fue devuelta a los españoles. Es posible que durante este tiempo
Alcañices perdiera gran parte de su infraestructura militar, incluida la torre
o algunos cubos antiguos de la muralla.
Fruto de las continuas refriegas entre
españoles y portugueses, así como de las penurias económicas sufridas y del
abandono político, la fortaleza de Alcañices acabaría por transformarse en un
conjunto arquitectónico ruinoso. Este estado calamitoso se puede comprobar ya
desde principios del siglo XIX a través de un documento con el que vamos a
cerrar el recorrido histórico de la fortaleza. Se trata de otro pleito iniciado
en 1815 por los concejos alistanos contra el Marquesado de Alcañices
solicitando la abolición de sus obligaciones señoriales. Es un litigio amplio y
complejo del que sólo destacaremos los aspectos relacionados con el tema que
nos ocupa[11].
Una de las argumentaciones que los concejos
emplean para apoyar sus peticiones tiene carácter histórico: niegan la
legitimidad de los derechos señoriales del Marquesado en base a la usurpación
que de ellos hicieron originariamente a los templarios. Así los concejos intentan
demostrar la pertenencia de Aliste a la Orden del Templo a través del
reconocimiento de vestigios arqueológicos que pudieran haber pertenecido a los
propios templarios. Entre las pruebas que presentan se halla una descripción
del recinto de la fortaleza de Alcañices por parte de un perito nombrado para
tal efecto y en la que se incluye la representación de un plano de la misma.
Copio a continuación el texto que acompaña al plano:
Que esta se
hallaba sobre una loma, según se manifestaba en el plano, con cuatro cubos,
demostrados con color amarillo, y letra B, los que tenían de altura veinte y
dos pies; y que los tres restantes señalados con la letra C, solo se les
conocían los cimientos, y varios trozos de muralla que ivan anotados con las
líneas paralelas, de cuatro, cinco y seis pies de altura, y los trozos
restantes con las líneas de puntos, solo se reconocían los cimientos, cuyas
construcciones eran de mezcla de cal, cantería en partes, y el resto en
mampostería, pizarra: que también subsistían parte de dos torreones cuadrados,
el uno con la altura de treinta pies, y el otro con la de trece; que el recinto
o perímetro de la Villa se hallaba plantado sobre escarpados hasta una ribera
con el nombre de Valdesejas, y también estaba por la parte del Naciente otra
ribera llamada San o Peña Cueva, que cercaban dicho sitio por Naciente,
Mediodía y Poniente; que también se reconocían los fosos que ivan señalados con
la letra D, y también se manifestaban dos entradas que tuvo, señaladas con la
letra E, cuya fortificación se reconocía ser de tiempo inmemorial, pues su
defensa solo podía servir para Armas blancas; que era cuanto se podía advertir
y reconocer en dicho sitio.
El estado de conservación de la fortaleza era
ya entonces penoso, subsistiendo enteramente apenas los cuatro cubos que vemos
en la actualidad así como algunos tramos de lienzo de la muralla. Sin embargo,
el documento aporta información valiosa sobre otros elementos hoy
desaparecidos. Sobre todo llama la atención la presencia de dos torreones cuadrados
en el sector occidental. También dos entradas antiguas -además de la principal
situada junto a la actual Torre del Reloj- que deben corresponder al periodo medieval
del recinto, al menos si consideramos las palabras del perito… pues su defensa solo podía servir para Armas
blancas. Es decir, se identificarían con una etapa anterior al empleo de la
artillería.
El recinto defensivo en origen presentaría al
menos siete cubos y dos torreones y estaría bien delimitado por los fosos, que
lo cerraban casi en su totalidad. Los cubos alcanzarían una altura aproximada
de seis metros mientras que los torreones intuyo que en origen debieron rondar
los nueve metros.
Nada se nos dice acerca de la torre del
homenaje que hemos venido advirtiendo anteriormente, y así lo refleja el plano
en el que ya vemos la disposición urbanística del palacio de los Marqueses
contiguo a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Por último quiero destacar un detalle que a
simple vista podría pasar inadvertido. En el plano aparece dibujado en lo que
sería la actual Torre del Reloj una estructura triangular unida al resto de las
edificaciones por un pasillo interior. Concuerda esta disposición con la
posibilidad de que estemos ante un baluarte (en este caso estructura de dos
caras en ángulo saliente con una gola de entrada), ¿quizás el baluarte que está delante de la puerta principal del
que nos dejó constancia don Francisco Enríquez en su testamento?
En la actualidad los restos de la fortaleza que han perdurado son cuatro cubos, conocidos como del Reloj, de la Villa, Trincherón y Tia Cañona además del ya mencionado anteriormente cubo de Palacio. También algunos lienzos de la muralla así como el propio Palacio de los Marqueses de Alcañices.
Hasta aquí el recorrido histórico a través de estas breves aportaciones. Sin duda no están todas las que son, seguro que hay mucho más material de estudio, pero con ello espero haber contribuido mínimamente a valorar como se merece nuestro patrimonio.
[1] González, J., Alfonso IX, Madrid, 1944, doc. 185.
[2] Ibídem, doc. 274.
[3] Archivo de la Real Chancillería de Valladolid,
Pergaminos, Carpeta 32 nº3
(1396-3-27)
[4] Archivo Real Chancillería de Valladolid, Registro de Ejecutorias,
Caja 713, nº1.
[5] Archivo Casa
Ducal de Alburquerque, caja 51, leg. 9, nº7. Estas y otras afirmaciones
que aparecen en el pleito vienen a corroborar la hipótesis antes expuesta de
continuidad entre templarios y los primeros señores de Alcañices, herederos de
unas estructuras consolidadas, no sólo arquitectónicas sino también económicas
y sociales. El Marqués se aprovecha de esta situación obligando a los concejos,
entre otras cosas, a la realización de trabajos comunitarios en obras,
mantenimiento o protección de la fortaleza.
[6] Archivo Casa Ducal de Alburquerque, caja 77, leg. 23, nº 16.
[7] Archivo Real Chancillería de Valladolid, Registro de ejecutorias,
caja 2526, nº10.
[8] Fernández Duro, C., Memorias Históricas de la Ciudad de Zamora, su provincia y obispado, Madrid,
1882, t. II, p. 519.
[10] Esparza Arroyo, Á. y Martín Valls, R.,
“Estelas romanas y otros vestigios arqueológicos de Zamora en un pleito
antiseñorial del siglo XIX”, en Boletín
del Semanario de Estudios de Arte y Arqueología, t. 63, 1997, p.256 (nota
al pie nº 8).