La guerra de las Comunidades fue
un conflicto armado que se desarrolló entre 1520 y 1522 en el ámbito del
antiguo reino de Castilla y que enfrentó a las tropas leales a Carlos I frente
a los sublevados comuneros. Las causas que provocaron este conflicto han sido
fuente de debate historiográfico pero fundamentalmente se han barajado tres: la
inestabilidad política anterior, la crisis económica generada por las malas
cosechas y epidemias unida a la alta presión fiscal y el descontento provocado
por la llegada de la corte de Carlos I, quien se rodeó de personajes
extranjeros que coparon los principales puestos de poder.
La revuelta tuvo como foco de
origen la ciudad de Toledo, que se negó a enviar sus representantes a las
Cortes convocadas en Santiago (donde iban a votar un nuevo servicio para
sufragar los gastos del viaje de Carlos I a Alemania) extendiéndose por buena
parte de las ciudades del interior peninsular y tuvo su punto álgido el 23 de
abril de 1521 cuando los rebeldes comuneros son aplastados por las tropas del
rey en la localidad de Villalar y sus principales cabecillas (Padilla, Bravo y
Maldonado) ajusticiados al día siguiente. Pese a la derrota hubo algunos
intentos por mantener viva la llama comunera, especialmente por la resistencia de
María Pacheco (viuda de Padilla) en su bastión de Toledo, que finalmente
capitula en febrero de 1522 poniendo el punto final al conflicto.
Aunque la revolución tuvo un
fuerte componente urbano ello no es óbice para despreciar la actividad rebelde
en las áreas rurales, en ocasiones marginadas por los estudios temáticos. Un
buen ejemplo de ello es la comarca alistana que, como vamos a ver, también
vivió el fervor comunero si bien su campo de actuación estuvo limitado en
cuanto a tiempo y medios debido posiblemente a la lejanía de los principales
focos rebeldes y a unas condiciones sociales, políticas y económicas
intrínsecas poco favorables. Aunque no se puede hablar de una revuelta en
sentido estricto ya que no se llegó a materializar ninguna acción violenta (por
la rápida y contundente respuesta de los señores de Alcañices) sí podemos
hablar de un plan organizado y orquestado entre una serie de personajes que
contaron con un aparente apoyo social de base que puso en jaque a la autoridad
señorial en esta tierra.
La información que hemos manejado
en torno a estos hechos procede casi exclusivamente de los procesos judiciales
que se llevaron a cabo contra los principales líderes de la trama[1].
A través de las declaraciones y testimonios efectuados tanto de los testigos
presentados como de los propios acusados por su participación en este intento
de revuelta podemos hacer una recomposición aproximada de cómo se produjeron
los acontecimientos.
Hay que señalar en primer lugar
que la rebelión comunera tuvo una repercusión tardía en Aliste. No es sino a
finales del mes de marzo de 1521 (por tanto apenas unas semanas antes de la
batalla de Villalar) cuando se empieza a perfilar un movimiento más o menos
organizado que busca vincularse a las Comunidades. Aunque pudieran existir
ciertas dinámicas sociales de base que lo alentaran dicho movimiento surge a
través de algunos personajes que formaban parte de la administración
territorial del señorío de Alcañices, elementos políticos a una escala menor
pero que participaban de su organización y tenían capacidad de influencia en
buena parte de la población.
A imagen y semejanza de los
líderes comuneros de Villalar en Aliste los cabecillas de la insurrección
también fueron tres. Se trata de Alonso de la Cuesta, vecino de Palazuelo de
las Cuevas; Juan del Prado, vecino de Tola y Diego Ramos, vecino de San Juan
del Rebollar. Los tres eran en ese momento procuradores generales de la tierra
de Aliste (también llamada de Alcañices). Por ponerlo en contexto, dentro de la
organización política del señorío, Aliste se dividió en cuatro cuadrillas,
formadas cada una por un número determinado de pueblos[2]
y que a su vez estaban representadas (cada una de ellas) por un procurador
general. Estos cargos eran propuestos anualmente en el concejo general de la
Tierra que tenía lugar de forma alterna en Grisuela y San Vitero. Las
personas propuestas se remitían al señor que era quien finalmente elegía a los
cuatro procuradores generales[3].
Por tanto, en ese momento tres de los cuatro procuradores elegidos por
Francisco Enríquez desafían su autoridad. Gracias a sus declaraciones sabemos
que mantuvieron una reunión inicial en la que ya sopesaron la idea de unirse a
las Comunidades como antes los habían hecho otros lugares de realengo o
señorío, especialmente (dicho por ellos mismos) tomando el ejemplo de
Villalpando. Este primer encuentro tuvo lugar encima de la majada de San
Vitero, posiblemente el sitio donde se celebrarían habitualmente las
reuniones del concejo general.
El plan trazado por ellos
requería varias actuaciones por su parte. Por un lado, los tres debían ponerse
en contacto con la Junta comunera de Zamora para recabar su apoyo, sin el cual
sería muy complicado alcanzar los objetivos. Por otro, recorrerían
personalmente la comarca para hablar directamente con los vecinos y ganarse así
la voluntad de los concejos.
El día 26 de marzo tanto Diego
Ramos como Juan del Prado viajan hasta Zamora donde son vistos por Cristóbal
Fernández del Manzano, que había sido escribano público en Alcañices. Allí se
entrevistan con Juan de Porras y Francisco Pardo, dos de los principales
líderes comuneros en la ciudad. También lo hace Alonso de la Cuesta, aunque por
separado. Los procuradores les exponen la necesidad de obtener su apoyo
prometiéndoles la toma de la tierra de Alcañices favoreciéndoles con gente y
bastimentos. Tanto Porras como Pardo (que ejercía de alcalde de la Junta)
ven con buenos ojos la iniciativa aunque no llegan a comprometerse de forma
implícita. En estos momentos la situación de don Francisco Enríquez y su esposa
doña Isabel de Ulloa, señores de Alcañices, es delicada. Don Francisco se
encuentra en Tordesillas junto al resto de nobles que apoyan el bando realista
a la espera de un posible enfrentamiento con las tropas comuneras[4]
mientras que su mujer se encuentra sola en Alcañices recluida en su fortaleza.
Ésta comienza a recibir informaciones acerca de actuaciones rebeldes en la
comarca. A tenor de las declaraciones de los testigos la actividad de los
procuradores e incluso de algún cuadrillero fue frenética esos días recorriendo
la comarca en busca de adhesiones a su causa. Intentan incentivar las acciones
subversivas entre los vecinos, conminándoles por ejemplo a que no acudan al
llamamiento del señor para acudir a Tordesillas en calidad de peones
(reclutamiento forzoso). Al mismo tiempo se reúnen en San Vitero con Juan Feo,
vecino de Losacio y Juan González, vecino de Muga de Alba, ambos partidarios de
las Comunidades, en un claro intento por conectar el movimiento entre ambos
señoríos (Alcañices y Alba de Aliste) y así aunar esfuerzos.
Por otro lado, el 28 de marzo se
presentan en Alcañices otros tres cuadrilleros de la tierra de Aliste:
Bartolomé Ramajo, Andrés de las Heras y Diego Bermejo, vecinos de Ceadea,
Pobladura y Tola respectivamente. Su objetivo es entrevistarse con la señora
Isabel de Ulloa con el fin de trasladarle su inquietud por las continuas
presiones a las que les sometían los vecinos para que se unieran a los
sublevados. Al parecer, y según su propio testimonio, el vecindario temía la
llegada de elementos insurrectos procedentes de la Zamora comunera que ya
habían provocado la huida hacia Portugal de vecinos de la tierra de Alba.
Incluso un testigo declara haberse topado con soldados armados a la altura de
la barca de San Pedro de la Nave (por donde cruzaba el Esla) que entendió
podrían ser espías al servicio de los comuneros. Los tres cuadrilleros no
pudieron hablar directamente con doña Isabel (excusándose ésta en que ese día
era Jueves Santo) pero sí con Juan de Parediñas, escribano público en la villa,
al que pusieron en conocimiento de lo sucedido. Este a su vez se lo hace saber
a Gonzalo de Huerta, alcaide de la fortaleza, y juntos acuden a interrogar a
los cuadrilleros para intentar ampliar la información, aunque sin éxito.
Ante la gravedad de tales hechos,
y una vez informada de todo doña Isabel, se pone en marcha la maquinaria
judicial al servicio de los señores, quienes ostentaban esta prerrogativa como
tenentes de la jurisdicción civil y criminal en primera instancia en su
territorio.
El día 10 de abril el alcalde
mayor de Alcañices, el licenciado Antonio de Barahona, inicia el proceso
tomando declaración a diferentes vecinos de Aliste[5].
A mismo tiempo regresa de Tordesillas don Francisco Enríquez quien se presenta
en Alcañices acompañado de un contingente de hombres de a pie y a caballo
para asegurar la defensa de sus dominios y supervisar de cerca el proceso
abierto[6].
El día 12, una vez requeridos los testimonios, el licenciado Barahona ordena a
los alcaldes ordinarios Juan Vara y Cristóbal Sánchez (junto a dos escuderos de
don Francisco) apresar a los tres procuradores, Alonso, Juan y Diego, siendo
encarcelados en la fortaleza de la villa. Allí recibirán juramento y les tomará
declaración dos días más tarde.
No sabemos si por las presiones a
las que pudieron estar sometidos o simplemente como signo de entereza y
coherencia personal el caso es que ninguno de los tres procuradores negó su
participación en los hechos de los que se acusaba, y eran muy graves, pues se
trataba de delitos de alta traición. Cabe destacar algunos de los motivos que
esgrimieron para justificar su actitud. Expresiones como que buscaban adherirse
a las Comunidades porque así serían libres para no pagar nada al señor;
que agora tenyan tienpo de ser libres e esentos de todas cosas o que la
señora Isabel tenía en la villa harto oro, plata y dinero dejan bien a
las claras el carácter antiseñorial de sus pretensiones.
Al mismo tiempo que estos
procuradores esperaban sentencia se abría otro proceso paralelo contra los tres
cuadrilleros que habían “osado” interpelar a doña Isabel. A diferencia de los
anteriores estos mantuvieron una actitud más ambigua, defendiendo su inocencia
y solicitando clemencia a su señor don Francisco.
Por fin el día 17 de abril el
alcalde mayor, atento a los testimonios recogidos, y después de un juicio
sumario dicta sentencia en ambos procesos. Son tan elocuentes por sí solas que
hemos creído conveniente transcribirlas literalmente. La primera sentencia
relativa a los procuradores generales dice lo siguiente:
“Fallo que atentos los abtos e
meritos del proceso e los dichos e deposyciones de los testigos e las
confesyones espontanyas dellos e como les fueron leydas e retificaronse en
ellas que devo pronunciar e pronuncio declarar e declaro los susodichos e cada
uno dellos ser culpados de lo contenydo en este proceso e aver procurado e
solicitado por muchas maneras de segregar e apartar esta villa e tierra de la
lealtad de su magestad e de don Francisco my señor e aver procurado e puesto
mucha diligencia de la entregar e dar a la Junta de las Comunydades e meter
gente en ella de las dichas comunydades por lo qual pronuncio e declaro aver
cometido caso de aleve e traycion que es gravysimo crimen delito por ende
porque a ellos sea castigo e a otros enxenplo en pena de su delito que los devo
condenar e condenolos a todos tres e a cada uno dellos a que sean traydos
públicamente por las calles desta villa encima de sendos asnos atadas pies e
manos con sendas sogas al pescuezo e a boz de pregon sean llevados al lugar publico
donde suelen acostunbrar poner los delinquentes e malfechores e sean puestos en
sendas horcas e dellas sean colgados e les sean alçados los pies del suelo
quanto dos varas de medir e allli esten colgados fasta que mueran muerte
natural y el anyma les salga de las carnes e condenoles mas en perdimyento de
todos sus bienes ansy muebles como rayces los quales aplico a la camara de don
Francisco my señor e mas les condeno en las costas del proceso cuya tasacion en
my reservo jusgando por esta my sentencia definytiba asy lo declaro e pronuncio
e mando en estos escritos e por ellos. El licenciado Barahona.”
En cuanto a la segunda sentencia
(algo más benévola que la anterior) contra los otros tres cuadrilleros
transcribimos las penas a los acusados:
“[…] condeno al dicho
Bartolome Ramajo que sea puesto encima de un asno e sea traydo por las calles e
mercados desta villa con boz de pregon e les sean dados cinquenta açotes e mas
le condeno a que le sea cortado el pico de la lengua por donde fablo lo en la dicha
pesquysa contenydo de tal manera le sea cortado que no reciba peligro de muerte
a vista de cirujanos e condeno a los dichos Andres de las Heras e Diego Bermejo
a que sean penados e penolos del oficio de quadrilleros de que agora usan e
mando que no sean rescebidos a los dichos oficios perpetuamente syn licencia de
don Francisco my señor e que no usen de el agora so pena de perdimyento de sus
bienes quedando su derecho a salvo a don Francisco my señor como señor de la
tierra a que en derecho tenga para elegir e nombrar quadrilleros que rijan e
goviernen la dicha tierra e condenoles mas en las costas deste proceso cuya
tasacion en my reservo e juzgando asy lo pronuncio e mando en estos escritos e
por ellos. El licenciado Barahona.”
Poco se puede añadir. Al tratarse
de delitos de alta traición y aleve a la Corona (aunque como hemos visto no se
infiere en los acusados una actitud de rebeldía contra la autoridad real) se
aplicaron penas capitales como el ahorcamiento. Además tendría un componente
ejemplarizante para infundir miedo entre la población provocando una actitud
más sumisa. A partir de aquí el movimiento comunero en Aliste fue cortado de
raíz. Ajusticiados en Alcañices los principales cabecillas y represaliados los
cuadrilleros más contestarios don Francisco Enríquez tuvo vía libre para
reforzar su autoridad. Todavía seis años después, en 1527, varios procuradores
de Aliste se quejaban de las continuas extorsiones a las que don Francisco
sometía a los pueblos en un pleito entablado por las mujeres e hijos de Alonso
de la Cuesta, Juan del Prado y Diego Ramos solicitando amparo al Consejo Real
con el objetivo de revisar el proceso y ajusticiamiento de sus parientes. La
Chancillería accedió a revisar el caso pero no formuló reproche penal alguno a
la sentencia, confirmándola en todos sus puntos en 1529. Otra victoria moral
para los señores de Alcañices que acabaron por redondear en 1533 cuando el rey
Carlos I les concede el título de marqueses de Alcañices. Pero ¿qué causa movió
al rey para recompensarles de esa manera? Pues precisamente la ayuda prestada
por don Francisco Enríquez en la guerra de las Comunidades.
Quedaba la gloria para los
vencedores, el olvido para los vencidos. Sirva al menos este artículo como
pequeño homenaje para esos otros “olvidados”, personas como Alonso de la
Cuesta, Juan del Prado o Diego Ramos (y tantas otras que seguro desconocemos)
que lucharon por una vida mejor para su tierra y pagaron un precio muy alto por
ello. Tengámoslos presentes porque, quizá de esa manera, su esfuerzo tenga al
fin recompensa.
[1]
Son fundamentalmente tres documentos. Dos de ellos se custodian en el Archivo
de la Casa Ducal de Alburquerque en Cuellar: Sentencia dada por un juez de
Alcañices contra unos procuradores de la tierra de Aliste condenándoles a
muerte por incitar a la gente en favor de los comuneros [76, leg. 22, nº21
(1521-04-10)] y Sentencia dada por la justicia de Alcañices por orden de
Francisco Enríquez contra Bartolomé Ramajo porque inducía a favor de las
Comunidades [76, leg. 22, nº 20 (1521-04-16)]. El otro pleito se encuentra
en el Archivo de la Real Chancillería de Valladolid: Ejecutoria del pleito
litigado por Francisco Enríquez de Almanza, señor de Aliste, con Catalina de la
Torre y consortes, vecinos de Aliste [Registro de Ejecutorias, caja 416, nº
43 (1529-06-19)].
[2]
Cada cuadrilla recibía un nombre. En la del Rincón se incluían
Alcorcillo, Latedo, Rábano, Ribas, San Blas, San Juan del Rebollar, San Mamed,
San Martín del Pedroso, Santa Ana, Sejas, Tola, Trabazos, Villarino tras la
Sierra y Viñas; en la de La Ribera estaban Bercianos, Cabañas,
Campogrande, Figueruela de Arriba, Flechas, La Torre, Mahide, Palazuelo de las
Cuevas, Pobladura, Riomanzanas, San Pedro de las Herrerías, San Vicente de la
Cabeza y Villarino Manzanas; en la del Yermo Arcillera, Brandilanes, Castro de Alcañices, Ceadea,
Flores, Fornillos, Fradellos, Gallegos del Río, Lober, Mellanes, Moveros,
Puercas, Sarracín, Tolilla, Valer y Vivinera y en la del Campo estaban
El Poyo, Matellanes, Moldones, Gallegos del Campo, Grisuela, Rabanales, San
Cristóbal, San Vitero, Ufones y Villarino de Cebal.
[3]
En Fernández Fernández, J. L., “Vida cotidiana y conflicto en la Tierra de
Aliste (Zamora) 1640-1820”, Zamora, 2023, pp. 108 y ss.
[4]
Francisco Enríquez ya aparece entre los nobles que habían participado en la
toma de Tordesillas a los sublevados comuneros a principios de diciembre de
1520. Vid. Pérez, J., “La revolución de las Comunidades de Castilla
(1520-1521)”, Madrid, 1997, p. 257, nota 183.
[5]
Algunos de los testigos presentados fueron Pedro de Ribas, vecino de Tola;
Martín Raposo, de Palazuelo; Rodrigo García, de Pobladura; Alonso Prieto, de
Tola o Alonso Vara, vecino de Alcorcillo.
[6]
Posiblemente don Francisco trajo soldados procedentes de sus otros dominios.
Por ejemplo, a través de su testamento sabemos que hizo traer a la fortaleza de
Alcañices para su guarda fasta quynze o veinte paveses (escudos)
de sus villas de Villavellid y Cabreros.