Otro de los elementos singulares de nuestro pequeño pueblo se encuentra en la iglesia parroquial. Se trata de una abertura, de unos 20 cm. de diámetro, situada en la pared oeste del edificio, junto a la torre del campanario y elevada a 2,3 metros del suelo.
En realidad este orificio responde a una perforación tubular en la pared, de unos 40 cm. de profundidad y que comunica el exterior con una especie de cavidad interna.
Lo más singular de este espacio es la tradición asociada a él por la que los niños, al mudar sus dientes de leche, los lanzan a través del agujero descrito haciéndose acompañar de un verso que dice así: "tiro este diente podrido para que me salga otro nuevo y florido". Este es un tipo de ritual relacionado con la dentición infantil bastante extendido por la geografía española, aunque con variantes. En muchos lugares existe la tradición de lanzar los dientes a los tejados, en otros a los cementerios, en algunos casos en osarios de iglesias, depositarlos en puertas y ventanas o, la más extendida de todas, dejarlos debajo de la almohada para que el Ratón Pérez se los lleve. Son costumbres que en mayor o menor medida han perdurado en el tiempo y su origen debe relacionarse con antiguas supersticiones y creencias mágicas que en algunas ocasiones han adquirido tintes religiosos. Esto último sucede en Ufones, ya que el receptáculo al que se lanzan los dientes es en realidad el osario de la iglesia.
Al parecer existía una antigua creencia popular por la que se pensaba que los difuntos, al resucitar en la otra vida, debían conservar todas sus partes, incluidos los dientes de leche, y la mejor forma de asegurar que esto sucediese era depositarlos en espacios sagrados, como osarios o camposantos. Hay que tener en cuenta también que en tiempos pretéritos las enfermedades infantiles derivadas del desarrollo dental causaban graves problemas en los niños, llegando en algunas ocasiones a provocar su muerte. En este contexto debe entenderse esta tradición en las iglesias como un ruego de protección religiosa.
Detalle del exterior del osario con la abertura y la cruz
Del osario de nuestra iglesia tenemos cumplida información a través del libro de fábrica. Su construcción actual data del año 1826, cuando fue reformado el templo parroquial, aunque desconocemos, de existir, su ubicación anterior. Está situado, como era habitual, junto a la torre del campanario, justo debajo de las escaleras que sirven de acceso al mismo y su único contacto con el exterior se produce a través de la abertura en la pared.
La explicación al origen de los osarios es sencilla: los huesos debían depositarse en estos espacios ante la necesidad de aliviar las sepulturas del interior de las iglesias, donde antiguamente se enterraba. Por la parte exterior de la pared se señaló la presencia de este lugar sagrado a través de la colocación de un sillar de granito, con una cruz esculpida, y situado justo encima de la abertura. Esta abertura tendría como objetivo introducir en el propio osario los huesos que con posterioridad fuese conveniente extraer de las nuevas sepulturas. Sin embargo, la prohibición de enterrar dentro de las iglesias y la construcción de cementerios externos provocaron que los osarios perdieran su primitiva funcionalidad, dejándonos en cambio un legado en forma de rito infantil. Ritos y tradiciones que, o mucho cambian las cosas, o me temo también tengan un final parecido al osario.